Tribunales populares
La Segunda Guerra Mundial terminó en 1945 y la justicia comenzó a tomar el relevo después de años en los que se cometieron todo tipo de crímenes.
România Internațional, 28.03.2022, 12:51
La Segunda Guerra Mundial terminó en 1945 y la justicia comenzó a tomar el relevo después de años en los que se cometieron todo tipo de crímenes. La guerra lleva a la degradación de todo lo que es humano y las víctimas siempre necesitan justicia, aunque esta llegue a cumplirse más tarde. El crimen más horrendo que se cometió fue el genocidio y el derecho internacional lo introdujo en la jurisprudencia de toda la humanidad, castigado con las penas más severas.
Pero la justicia, cuando no la hace un régimen democrático, sino uno totalitario, como lo fue el régimen comunista, debe separarse del abuso ideológico de ese régimen. Este fue el caso de los tribunales populares de Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumanía y Hungría, países ocupados por los ejércitos soviéticos. También se establecieron tribunales especiales en Europa donde los soviéticos no habían entrado, como los de Francia, Bélgica, Países Bajos y Grecia. En Rumanía, aparecieron siguiendo la ley nº 312/1945 para la persecución y sanción de los culpables de desastres en el país o crímenes de guerra. Los así llamados tribunales de juicio populista, llevaron a cabo, sin duda, actos de justicia al llevar a muchos criminales de guerra ante los tribunales populares y condenarlos. Existían dos tribunales de este tipo, el de Bucarest y el de Cluj para los crímenes cometidos por el régimen de Horthy en el norte de Transilvania. En total, se investigó a unas 2700 personas acusadas de crímenes de guerra, de las cuales 668 fueron condenadas. El tribunal de Bucarest condenó a 187 personas y las 481 sentencias restantes las dictó el Tribunal Popular de Cluj.
El juicio más famoso del Tribunal Popular de Bucarest fue aquel en el que, el 17 de mayo de 1946, el grupo de acusados formado por Ion Antonescu, exjefe del Estado rumano entre 1940 y 1944, Mihai Antonescu, Piky Vasiliu y Gheorghe Alexianu fue condenado a muerte por crímenes de guerra y ejecutado. Otros 19 acusados fueron condenados, de los cuales 6 fueron condenados a muerte sin estar presentes en el juicio y otros 3 condenados a muerte cuya sentencia se cambió a cadena perpetua. El régimen de Antonescu fue culpable de deportar y matar a unos 280 000 judíos y a unos 25 000 romaníes en los campos de Transnistria. El Tribunal Popular de Cluj castigó a 370 húngaros, 83 alemanes, 26 rumanos y 2 judíos y dictó 100 penas de muerte, 163 cadenas perpetuas y otras sentencias con penas largas. Los criminales de guerra que vivieron hasta 1964 se beneficiaron de la amnistía ofrecida por el régimen.
Sin embargo, se copiaron las prácticas de los tribunales populares por razones ideológicas. El régimen comunista se había comprometido a realizar actos de justicia y aprovechaba las circunstancias de la guerra para extender las acusaciones también a sus opositores. Los actos de justicia tradicional comenzaron a ser contaminados por formas de justicia soviética. Esto es lo que dijo el sacerdote Constantin Hodoroaga al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana en 1999 cuando contó cómo había apoyado a los combatientes anticomunistas en la zona de Argeș. Hodoroaga observó cómo los grupos del Partido Comunista usaban formas de justicia de clase para luchar contra el viejo orden.
En el valle del río Topolog comenzó esta organización de comunistas que luchaba contra la gente común, los terratenientes, la gente adinerada. Y había uno aquí en el valle del Topolog, un abogado, Petrescu, que iba de comuna en comuna y tenía una especie de tribunal popular. Se llevaba a la gente, les pedía que fueran a Şuici donde teníamos un centro de terratenientes: el coronel Canarie, la famosa familia Minculescu, con el profesor Minculescu. Empezaron a juzgarles a todos. Hicieron una especie de tribunal popular.
En el mundo cultural había surgido una forma de resolver las antipatías personales durante la ocupación soviética. El escritor Pan Vizirescu en 1997 mostró cómo había observado los cambios masivos en el entorno cultural. Con la ayuda de su propia intuición, escapó de un procedimiento falso que lo habría llevado ante un juicio como los del tribunal popular.
Podía ver cómo iban las cosas, veía lo que estaba pasando, Victor Eftimiu había puesto a la Sociedad de Escritores Rumanos bajo su dirección. Eftimiu te pedía un artículo y contaba que había comido con unos oficiales soviéticos, que eran encantadores, y se había quedado con ellos y habían tenido una larga conversación, que habían sido muy amables. Y luego invitó a los escritores, incluyéndome a mí, para que justificáramos nuestra actitud durante la guerra. Me di cuenta de que era una trampa, no fui. A los que fueron los frieron, porque enseguida los entregaba al Tribunal Popular.
Los tribunales populares de Rumanía eran tribunales que juzgaban hechos incompatibles con la dignidad humana. Los asesinatos en masa durante la Segunda Guerra Mundial contra civiles y grandes grupos étnicos hicieron que se les otorgaran plenos poderes para juzgar a aquellos que habían cometido genocidio.