Pro Memoria: La generación «¡Todo adelante!»
Los historiadores Simona Preda y Valeriu Antonovici han entrevistado a 22 personas públicas sobre su infancia en el régimen comunista, cuando los niños no tenían las preocupaciones de los adultos
Steliu Lambru, 24.07.2017, 07:35
La gente creyó que
la historia era la fiel guardiana de la memoria y cuando la convirtieron en una
asignatura académica se ilusionaron con la idea de que ese era el lugar donde
se iba a encontrar la verdad. Pero la filosofía de la historia nos dice que la
historia, la memoria y la verdad no son más que unos fragmentos de lo que
perteneció al individuo y a la comunidad. Y la nostalgia que sentimos a veces
nos envía a un pasado muchas veces novelesco, indiferentemente de lo
desagradable que fue.
La memoria del
comunismo ha sido difícil de asumir, difícil de llevar, aunque la nostalgia la
haya humanizado de alguna manera. Tras decenas de años de funcionamiento del
régimen comunista, tras otras decenas de años en las que los estudios han
mostrado sus errores catastróficos, la nostalgia fue la que ha reconciliado a
la gente con el comunismo y sus hechos condenables. La generación ¡Todo adelante!
es la generación de los niños de los años 1970-1980, que es ahora la generación
madura de Rumanía. Ella se confunde también con la generación que nació tras el
Decreto número 770 de 1966, que prohibía el aborto. Denominada la generación
¡Todo adelante!, según el saludo de los pioneros, ha llegado ahora a la edad
de la nostalgia, pero que no se confunde con la nostalgia del régimen
comunista, sino de la edad que la definió como tal.
En los años de la
década de 1990, la generación ¡Todo adelante! miraba la nostalgia de los
ancianos con una mezcla de rebeldía e indiferencia. Pero con el paso del
tiempo, esta generación también ha empezado a sentir nostalgia. Al principio
fue como un juego, pero después ha sido algo cada vez más profundo. Los
historiadores Simona Preda y Valeriu Antonovici han entrevistado a 22 personas
públicas sobre su infancia en el régimen comunista, cuando los niños no tenían
las preocupaciones de los adultos. De esas entrevistas ha resultado un libro,
Tot înainte! Amintiri din copilărie (¡Todo adelante! Recuerdos de la
infancia y un documental. Simona Preda ha hablado del ejercicio que hizo junto
con las personas entrevistadas como de un momento común de silencio, que no
está fuera de las trampas de la percepción distorsionada:
¿Qué
dificultad hay al hablar de la infancia? Puede parecer banal, pero es muy
difícil hablar de tu propia infancia. Aún más con una cámara delante. Es muy
difícil recomponerte y reactualizarte, volverte a encontrar en un momento en
que, tras mucho tiempo, corres el riesgo de contaminar los recuerdos con una
línea ideológica identificada mucho más tarde, años más tarde. Como has tenido
que ver con los adultos, con los debates, con los estudios, con las influencias
ideológicas, corres el riesgo de colocarte a posteriori ante las cosas que
antaño vivías de cierta manera, sentías de cierta manera o disfrutabas de
cierta manera cuando eras niño. La principal trampa en el caso de los estudios
de la memoria es esta mirada tardía, contaminada finalmente por la madurez. Por
lo tanto, los estudios de la memoria y los estudios de historia oral siempre se
verán afectados por el paso del tiempo. En general, al hablar de la historia,
incluso de nuestra propia persona, hay sólo interpretaciones. La realidad o nosotros, tal y como fuimos,
con cosas buenas o menos buenas, con cosas sensacionales o que entonces
parecían sensacionales, ya no se pueden recuperar totalmente, indiferentemente
de cuánto lo deseáramos.
La
nostalgia de la infancia en el comunismo es más fácil de entender que otros
tipos de nostalgia porque recuerda la edad de la inocencia, la edad cuando el
mundo es lindo, bueno, puro, la persona está rodeada de afección y atención.
Por esta razón, todo el arsenal de objetos, de situaciones, de aspectos de la
vida cotidiana de aquella infancia, también totalmente ideologizada, se mira
con benevolencia. La estructura casi militarizada de las organizaciones de
pioneros, la bandera roja, el saludo de pionero, los uniformes escolares, los
manuales, todo el universo de un niño de los años 1970-1980, aunque representen
un estilo de vida en un régimen político que adiestró y humilló profundamente a
sus ciudadanos, reciben un trato indulgente. Simona Preda, al igual que
aquellos que recordaron su infancia comunista, sabe que aquellos tiempos nunca
tienen que volver, pero la vida de la gente no puede prescindir de ella:
Pero
existe también la posibilidad de recuperar de alguna manera sólo lo que nos
gustó o nos habría gustado que pasara. O de recuperarnos tal y como creíamos
que eramos o nos habría gustado ser. Y aquí interviene de nuevo el paso del
tiempo. Creo que los protagonistas fueron sinceros, hay momentos en que la
sinceridad quiebra la pantalla. Hay momentos en que nos preguntamos ciertas
cosas sobre el pasado. No creo que se puedan hacer diagnósticos o se puedan
hacer interpretaciones sociológicas tras unas decenas de entrevistas, ni tres
entrevistas, treinta, trescientas, tres millones o 23 millones, los que fuimos
en algún momento. Cada uno vivió su propia infancia, ha vivido sus propios
momentos de nostalgia, de grandeza o de humillación, y no creo que podamos dar
recetas según ciertos modelos. Como decía alguien, no pasé mi infancia en el
comunismo, sino que pasé mi infancia durante mi infancia.
La generación ¡Todo
adelante! es la que tuvo la posibilidad histórica de escaparse del régimen
político más opresivo de la historia. Es la generación que hizo Rumanía tal y
como está hoy, es la generación que, con todas las nostalgias de la tercera
edad, todavía tiene algo que decir.