Pro Memoria: Demolición del patrimonio religioso de Bucarest
Durante la política de sistematización de la capital rumana en los años 80 también se perdieron edificios del patrimonio religioso. Los lugares de culto y sus dependencias, tanto en el centro de la ciudad como en sus afueras, se convirtieron en monumentos emblemáticos para los amantes del arte y la cultura.

Steliu Lambru, 17.02.2025, 13:05
La historia del patrimonio religioso de Bucarest en el siglo XX, especialmente la de su segunda mitad, fue uno de los golpes mortales infligidos por el régimen comunista. Las pérdidas de patrimonio fueron grandes e irrecuperables, entre ellas el famoso monasterio de Văcărești, el monasterio ortodoxo más grande del sudeste de Europa, que se derribó sin dudar. En la mayoría de las historias de herencia religiosa perdida entre los años 50 y 80, se puede ver esa actitud de desprecio y arrogancia que el régimen y sus activistas tenían hacia el pasado de Rumanía.
La historiadora Speranța Diaconescu trabajó en la Oficina del Patrimonio Cultural Nacional de Bucarest. En 1997, entrevistada por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, muestra cómo fue el tratamiento que el régimen aplicaba a la herencia religiosa que lo irritaba.
«Las cosas siguieron una curva ascendente, pero fue un continuo en el sentido de que las demoliciones comenzaron al principio del régimen y se intensificaron a lo largo del mismo. En concreto, con la construcción de varias áreas nuevas de la capital, las etapas de construcción también incluyeron demoliciones de objetivos importantes, históricos y arquitectónicos que no fueron protegidos. Y esto fue así desde el principio, con la iglesia de Stejarului en la Plaza del Palacio, que se derrumbó cuando se construyó el Salón del Palacio y todo el complejo de viviendas allí. Esta política también se aplicó en el período de los años 50 y 60. Pero luego hubo algunos de gran magnitud cuando se iniciaron construcciones en un área grande, el área del Centro Cívico, que no solo era un espacio grande, sino un área con una tradición histórica de Bucarest. La zona incluía muchas iglesias, muchas casas antiguas, y luego la pérdida por el patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad de Bucarest fue muy grande».
El colmo del desprecio se alcanzó en los años 80 cuando comenzó la llamada política de sistematización urbana de Bucarest. En ese momento, el patrimonio religioso ubicado en el nuevo centro cívico que Nicolae Ceaușescu estaba construyendo sobre la antigua ciudad de Bucarest fue demolido o trasladado.
Speranța Diaconescu también recuerda el caso de la iglesia de Pantelimon, ubicada en una isla en el extremo oriental de Bucarest, demolida en 1986.
«Se trataba de la excavación arqueológica, la limpieza del lugar, el rescate de piezas importantes del patrimonio y la demolición en sí. Estas serían las etapas. El problema que surgió fue que allí estaba el monumento funerario de Alexandru Ghica y algunos marcos, la inscripción de la iglesia de 1752, una lápida del siglo XVIII, marcos de puertas, la columna de la iglesia de Pantelimon, un candelabro de piedra y madera, pintado y dorado, que era algo más especial y creo que único, de 1752. Se encontraba en la cabecera del monumento funerario del gobernante Alexandru II Ghica, que también tenía allí su lápida. Todas ellas estaban muy bien elaboradas en un estado de conservación bastante bueno».
El desprecio por el patrimonio estaba muy extendido, desde los responsables de la toma de decisiones hasta los simples trabajadores. Speranța Diaconescu nos cuenta:
«Al recoger la lápida, encontraron el sarcófago de Alexandru Ghica. Y entonces intervino algo extraño y desagradable. Pensaron en hacer una investigación arqueológica con este cadáver, estando muy bien embalsamado, en un ataúd de plomo y en un ataúd de madera. A través del visor que tenía el ataúd de plomo, se vio que el cuerpo estaba bastante bien conservado. Carbonizado pero bien conservado. Y entonces se deshizo el ataúd de plomo, se deshizo el ataúd de madera y empezaron a tomarle medidas, a quitarle la camisa, a quitarle el cinturón para ver si había un medallón de oro o si había algo de oro debajo del cinturón. Había toda una comisión presente. Estaban muy indignados de que solo tuviera una cruz y un anillo. Se trataba de un pretendiente al trono de los Principados Unidos, toda una personalidad, ¿cómo podía tener encima tan poco? Lo cierto es que se decidió llevar el ataúd al museo, porque pertenecía al museo, y lo que quedaba del pobre gobernante se metió en una bolsa de plástico y se dejó en un arbusto. Que empezaba a oler mal. Y junto con un colega, tuvimos que luchar mucho para hacer un ataúd con unos tablones miserables y cavar un hoyo para él. Es cierto, también nos ayudó el sacerdote que estaba dispuesto a ceder uno de los lugares dentro del parque de la iglesia. También hicimos una especie de nuevo entierro. No se trata de que me pesara en la conciencia, pero me parecía tan injusto que este personaje de nuestra historia sufriera algo así que me sentí obligada a honrararlo».
En la segunda mitad del siglo XX, el patrimonio religioso de Bucarest fue literalmente pisoteado, no solo en sentido figurado. Y lo que había entonces sobrevive hoy en día apenas en los documentos.
Versión en español: Mihaela Stoian