Los rusos en Rumanía en la Primera Guerra Mundial
En base al tratado entre Rumanía y la Entente de agosto de 1916, el ejército ruso se comprometió a apoyar el frente al sur y al este de los Cárpatos
România Internațional, 16.01.2017, 20:23
En base al tratado entre Rumanía y la Entente de agosto de 1916, el ejército ruso se comprometió a apoyar el frente al sur y al este de los Cárpatos. En la campaña de 1916, los comandantes del ejército ruso no cumplieron su promesa y la guerra fue un desastre. Un cuerpo del ejército ruso liderado por el general Andrei Medardovici Zaioncikovski apoyó al ejército rumano en la batalla que tenía por objetivo defender Bucarest el 30 de noviembre de 1916. Pero su falta de combatividad no pudo ayudar a detener la ofensiva de las Potencias Centrales y la ocupación de la capital. Otro cuerpo del ejército ruso de Dobrogea fue reunido tarde y no pudo hacer frente a los ataques alemán-búlgaros que procedieron del sur.
Tras el apoyo del año 1917 del ejército francés, el ejército rumano se recuperó y pudo parar el avance alemán. Aumentó la presencia militar del aliado del este en Moldavia, donde se habían refugiado las autoridades rumanas. Si en 1916, en Rumanía había sido unos 50.000 militares, en 1917 los rusos enviaron un millón de militares que lucharon junto con los 400.000 militares rumanos. Con la consistente ayuda rusa, que cubría ahora aproximadamente un 80% de la línea del frente, se pudo detener la ofensiva de los ejércitos de las Potencias Centrales.
Pero la presencia militar rusa en Rumanía, que por fin mostraba sus efectos positivos, fue difícil de gestionar. Ella se iba a convertir, tras la victoria de la revolución bolchevique del otoño de 1917, en una de las principales causas de la caída de todo el frente del este. Será también la fuente de inestabilidad más peligrosa para Rumanía. La imagen de los rusos en Rumanía era de todas formas negativa y databa de la guerra de 1877-1878. La presencia de las tropas rusas en los años 1916-1918 no hizo más que confirmar a los rumanos lo que sabían de las historias de sus antepasados.
Constantin Moiceanu tenía cinco años en 1917. Entrevistado en el año 2000 por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, recordó el comportamiento de unos militares rusos cuando llegaron a su aldea natal:
“En un determinado momento vinieron las tropas rusas. Los rusos eran conocidos como borrachos, se emborrachaban y provocaban escándalos. Mis padres eran gente rica, tenían sótano, barriles de vino, de aguardiente. Y recuerdo que un día mis padres, junto con las demás personas, porque se había anunciado que venían los rusos, sacaron los barriles de vino al patio y lo vertieron. Los vertieron porque no tenían dónde esconderlos. E igual con el aguardiente. Y cuando vinieron los rusos buscaron en el sótano y no encontraron nada, todo estaba vacillo, y buscaban por el olor, porque en el patio olía a alcohol.”
Pero el año 1917 iba a traer el desastre. La revolución bolchevique se había extendido también al ejército ruso y todo corría el riesgo de convertirse en un caos. El padre de Ioan Odochian había sido militar rumano en el ejército austro-húngaro y debido a sus convicciones nacionalistas no quiso luchar más en sus filas. En una entrevista de 2001, Odochian volvió a contar los recuerdos de su padre sobre la bolchevización de las tropas rusas:
“Cuando vino la revolución de Rusia y el frente estaba en Galitzia, mi padre era desertor del ejército austrohúngaro, por esto huyó. Él estaba en un lado, los ruso estaban en el otro. Y contaba que una mañana se organizó una especie de reunión. El ejército que estaba allí, en un campo, colocó una mesa, uno de ellos subió a la mesa y empezó a pronunciar un discurso en ruso. Los rusos habían sido creyentes, tenían libros de oraciones y en la primera página estaba la foto del zar. Y después del discurso de aquel oficial, todos cogieron y rompieron la foto del zar del libro. Mi padre contó que esto fue lo que vio. Y por esto nos decía siempre que los rusos no tenían Dios, no tenían nada.”
El profesor Pan Vizirescu, recordó en 1996 un acontecimiento con los soldados rusos que estaban en Rumanía, partidarios del bolchevismo:
“Veía desertores, desertores en las calles, borrachos y peleones. Esto es lo que veía. Incluso hablé con el poeta Buzdugan, un poeta de Basarabia. Y hablaba bien ruso y me dijo que una tarde estaba en una taberna en Nicolina, un barrio de Iaşi. Y allí había un grupo de soldados rusos y los escuchó hablar, contando cómo habían planeado matar al rey Fernando. Estaban planeando y él escuchó todo, aquella charla en la que estaban planeando matar al rey Fernando porque querían cometer el crímen. Y entonces Buzdugan fue al señor Nicolae Iorga y le contó lo que había escuchado. E Iorga fue al Palacio, le contó al rey y tomaron medidas para impedir el atentado. En otras partes mataron a un general, me parece que en Bacău o Piatra Neamţ. Se sabía que creaban problemas e intentaban bolchevizar a nuestro ejército, pero fue imposible. Nuestro ejército fue fiel al país.”
La presencia rusa en Rumanía durante la Primera Guerra Mundial fue contradictoria. Fue positiva, porque contribuyó a un éxito militar esencial, y negativa, porque puso en peligro todo lo que se había obtenido con duros sacrificios.