Literatura y política entre 1965 y 1974
La literatura fue una de las artes favoritas de los comunistas. A través de la persuasión del texto literario, de los perfiles de los personajes construidos de manera extremadamente rudimentaria, pero que despertaban los sentimientos más instintivos de las personas, el régimen consiguió obtener éxitos más importantes de lo que admiten los historiadores literarios. El método de la creación literaria de los años 1950 fue el realismo socialista, introducido por los agentes culturales soviéticos. A partir de 1965, el régimen del joven Nicolae Ceaușescu proponía renovar el país a través de una aparente renuncia a la ideología. Así, la literatura se libraba de los lazos del realismo socialista. A través de esta medida, el régimen consiguió obtener la colaboración de varios intelectuales que pensaron que había llegado el momento del cambio, pero aquellos que ofrecieron sus servicios iban a ver en los años 1980 que el régimen de Nicolae Ceaușescu era únicamente un estalinismo con otra cara.
Steliu Lambru, 03.06.2014, 15:53
La literatura fue una de las artes favoritas de los comunistas. A través de la persuasión del texto literario, de los perfiles de los personajes construidos de manera extremadamente rudimentaria, pero que despertaban los sentimientos más instintivos de las personas, el régimen consiguió obtener éxitos más importantes de lo que admiten los historiadores literarios. El método de la creación literaria de los años 1950 fue el realismo socialista, introducido por los agentes culturales soviéticos. A partir de 1965, el régimen del joven Nicolae Ceaușescu proponía renovar el país a través de una aparente renuncia a la ideología. Así, la literatura se libraba de los lazos del realismo socialista. A través de esta medida, el régimen consiguió obtener la colaboración de varios intelectuales que pensaron que había llegado el momento del cambio, pero aquellos que ofrecieron sus servicios iban a ver en los años 1980 que el régimen de Nicolae Ceaușescu era únicamente un estalinismo con otra cara.
El historiador Cristian Vasile del Instituto Nicolae Iorga de Bucarest nos propone dos casos de intelectuales que colaboraron con el nuevo canon literario del régimen de Ceaușescu entre 1965 y 1974. Se trata del traductor e historiador literario Alexandru Balaci (1916-2002) y el escritor Alexandru Ivasiuc (1933-1977). Cristian Vasile afirma que Alexandru Balaci, como ministro adjunto de Cultura, intentó defender la nueva forma de creación literaria, la del humanismo socialista, en una visita a Bulgaria en 1967.
“Balaci se reunió también con los representantes del partido de varias ciudades, con personalidades culturales, visitó varias instituciones culturales y artísticas y, sobre todo, ofreció conferencias en la Escuela Superior del Partido de Sofía. En las fuentes rumanas se mencionan 4 conferencias que Alexandru Balaci ofreció y en las que recibió 80 preguntas. Hubo algunas preguntas que, aunque no le crearon problemas, supusieron una respuesta atenta a los matices, habilidad diplomática y, tal vez, capacidad de esquivar la pregunta. Algunas preguntas eran sobre la literatura de las nacionalidades que convivían y las relaciones culturales con la Unión Soviética, pero la pregunta más interesante fue la siguiente: ¿cuál es la posición de los intelectuales rumanos respecto al realismo socialista? La pregunta tenía un aparente carácter anacrónico y dogmático, un poco provocador, por dos razones: el realismo socialista era la única forma de creación aceptada, asociada al estalinismo e impuesta por los soviéticos, y los comunistas búlgaros eran más cercanos al Kremlin que los rumanos. En segundo lugar, Nicolae Ceaușescu y la burocracia cultural y del partido habían renunciado, o por lo menos así lo declaraban, a obligar a los intelectuales a respetar el realismo socialista. La forma única de creación de los años 1950 se había sustituido por el humanismo socialista, mencionado en los documentos del partido y los discursos de Ceaușescu. Alexandru Balaci expresó su desconcierto y pidió a sus interlocutores que definieran el realismo socialista en el nuevo contexto.”
El caso del escritor Alexandru Ivasiuc es mucho más triste. El historiador Cristian Vasile nos ofrece más detalles:
“El futuro escritor, estudiante de filosofía, impugnó en 1956, cuando empezó la revolución de Budapest, inclusive la razón del curso denominado “Las bases del marxismo-leninismo”, que por entonces era fundamental. Ivasiuc rechazó la disciplina ideológica marxista-leninista y pagó ese desafío con 7 años de cárcel y domicilio forzoso. Además, había planeado la unión de los estudiantes a la revolución húngara. Más tarde, Alexandru Ivasiuc sufrió un cambio. Eligió una forma extraña de marxismo que lo acercaba al régimen político que 10 años antes lo había considerado enemigo, instigador y contrarrevolucionario, y que también lo había enviado a la cárcel. Aunque entre 1956 y 1963 había pasado por todas las humillaciones de la cárcel y del domicilio forzoso, parecía obsesionado con la relación entre el individuo y el poder e intentó en la segunda mitad de los años 1960 una reinserción que lo acercara a los jefes ideológicos. Inmediatamente después de 1963, trabajó como funcionario de la Embajada de Estados Unidos en Bucarest. Al mismo tiempo, se dedicó a la escritura y, ulteriormente, ocupó cargos de dirección. En aquel período se notó el cambio de Ivasiuc, lo que se reflejó también en sus novelas Intervalo, Conocimiento de noche, Los pájaros e Iluminaciones. Algunos críticos e historiadores literarios han destacado que, a diferencia de la prosa política de aquella época, es decir “la novela del obsesivo decenio”, en la que, aparentemente, las personas que habían sufrido la agresión del régimen eran rehabilitadas en la ficción, en la escritura del antiguo preso político Ivasiuc solo los torturadores eran rehabilitados, mientras que las víctimas sufrían nuevas condenas. Indiferentemente de si Ivasiuc se convirtió sinceramente al marxismo o era solo un cínico, su caso parecía ilustrar el éxito de los perversos mecanismos de la pedagogía comunista. Muchos de sus actos públicos dieron la impresión de que pertenecían a una persona que había sufrido fuertes transformaciones interiores.”
Al igual que toda la política cultural del régimen de Ceaușescu, el humanismo social también desapareció en 1989. Es tan solo un ejemplo más de cómo la impostura en el arte, aunque tenga el apoyo del poder político, no se puede imponer como valor auténtico.