Las relaciones de Rumanía con el Vaticano
El espacio rumano, hoy mayoritariamente cristiano ortodoxo, era un espacio de injerencia espiritual y religiosa.
Steliu Lambru, 12.08.2024, 12:50
La coexistencia multiconfesional de los cristianos está atestiguada desde la Edad Media, las fuentes registran información sobre la presencia de minorías junto a la mayoría: católicos junto a ortodoxos, reformados y evangélicos junto a católicos y ortodoxos, greco-católicos y católicos romanos junto a reformados y ortodoxos, neoprotestantes y otras confesiones.
La presencia católica más antigua en el espacio rumano se encuentra en el territorio transilvano, concretamente en la archidiócesis de Alba Iulia, que data del siglo XI. En la catedral católica romana de Alba Iulia está enterrado el voivoda de Transilvania y regente de Hungría Iancu de Hunedoara, padre del rey húngaro Matei Corvin, de religión católica y de origen rumano, que murió de peste en 1456.
La temprana presencia católica en el espacio rumano se debe a los reinos de Hungría y Polonia. Los obispados católicos en las laderas oriental y meridional de los Cárpatos eran el de Siret, en el norte, fundado en el siglo XIII, el de Milcov, a la vuelta de los Cárpatos, también en el siglo XIII, y el de Severin, en el encuentro de los Cárpatos con el Danubio, en el siglo XIV. Hasta la aparición del Imperio Otomano en el sudeste de Europa a finales del siglo XIV, católicos y ortodoxos, aunque a menudo divididos por ideas políticas, formaban parte del mismo mundo cristiano. Las Cruzadas Tardías fueron alianzas entre reyes y príncipes católicos y ortodoxos, y en las coaliciones antiotomanas de los siglos XVII y XVIII se agruparon ejércitos de todas las confesiones cristianas.
A medida que la influencia otomana al norte del Danubio disminuye a partir del siglo XVIII y las ideas occidentales de modernización llegan a los principados de Moldavia y Valaquia, también lo hace la presencia católica. Los dos primeros reyes de Rumanía de la dinastía Hohenzollern-Sigmaringen, Carlos I y Fernando I, bajo los cuales se formó y amplió el estado rumano moderno, eran de confesión católica.
En 1883, el Papa León XIII fundó la archidiócesis católica de Bucarest. Y la carta apostólica Praecipuum munus de 27 de abril de 1883, por la que la Santa Sede elevó el vicariato apostólico de Valaquia al rango de arzobispado, fue un reconocimiento de la importancia del Estado rumano, que se convirtió en reino en 1881.
Al final de la Primera Guerra Mundial, Rumanía y el Vaticano formalizan relaciones bilaterales. Si la presencia católica en Rumanía había sido la base histórica sobre la que se asentaron las relaciones entre los dos Estados, en 1920 se abrieron embajadas. En 1927, el concordato firmado por las dos partes garantizó la práctica del culto católico en Rumanía. El concordato preveía, entre otras cosas, el reconocimiento de la personalidad jurídica de la Iglesia católica en Rumania, los líderes religiosos debían ser ciudadanos rumanos, la Iglesia podía abrir escuelas, hospitales, orfanatos y otras instituciones sociales y educativas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, derrotada y ocupada por el ejército soviético, Rumanía fue completamente subyugada por el nuevo régimen comunista. La política antioccidental del régimen prosoviético de Bucarest alcanzó sus formas más duras, en relación con el Vaticano significó la denuncia del concordato de 1927, el 17 de julio de 1948. La ruptura unilateral de las relaciones diplomáticas con el Vaticano significó la disolución de las iglesias católicas en Rumania y la persecución de los creyentes.
Mientras que los extranjeros escapaban solo con expulsiones, los ciudadanos rumanos engrosaban las filas de los presos políticos. La Madre Clara, cuyo nombre secular era Catherine Laszlo, entró en el monasterio a la edad de 13 años y fue condenada a 15 años de prisión, de los cuales cumplió 14. En 2003, contó al Centro de Historia Oral de la Radio Rumana cómo fue testigo, como administradora del edificio de la Nunciatura Apostólica en Bucarest, de su evacuación inmediatamente después de la decisión de las autoridades rumanas de romper los lazos con la Santa Sede.
«Su Excelencia O’Hara, regente del nuncio, fue convocado al Ministerio de Asuntos Exteriores y se le informó que él y sus colaboradores debían abandonar el país en un plazo de 48 horas, pero que tenía derecho a entregar la custodia del edificio a una embajada de su elección. Debido a que la embajada suiza era neutral, eligió este país. O’Hara fue acusado de espionaje, de ser un espía del Papa. A las 48 horas tuvo que irse. Y era costumbre cuando una embajada salía para tener una cena de despedida con los otros embajadores que aún existían en el país. Era la cena, y a las 12 en punto, cuando terminó, sellaron todo el edificio, solo quedaba una puerta en el sótano para las hermanas, para nosotras que vivíamos allí, y había una casa más pequeña en el patio donde vivían tres monjes. Salimos con velas encendidas hacia la puerta principal, salieron todos los diplomáticos y allí se entregó la llave de la embajada suiza».
Inexistentes entre 1948 y 1989, las relaciones de Rumanía con el Vaticano se restablecieron el último día de 1989, el 31 de diciembre, nueve días después del colapso de la dictadura comunista el 22 de diciembre. Y estas se han ido desarrollando, hasta el punto de que la primera visita de un Papa a un país ortodoxo tuvo lugar hace 25 años, en 1999, cuando Juan Pablo II visitó Rumanía.
Versión en español: Mihaela Stoian