Las obras benéficas en la Rumania de entreguerras
Las obras benéficas se vieron afectadas por el régimen comunista en Rumanía
Steliu Lambru, 08.07.2013, 19:00
La vocación filantrópica y las obras benéficas se vieron afectadas por el régimen comunista en Rumanía, aunque este último quería ser la expresión más elevada del humanismo y la compasión. En primer lugar, esto se explica por la estatalización extrema de la vida económica y política. En los años del comunismo, la vida dependía mucho de las instituciones del Estado y las iniciativas de ayudar a las personas estaban tan controladas que la gente sentía solo en pocas ocasiones la necesidad de implicarse en acciones benéficas.
Anteriormente, la situación había sido muy distinta. En la Rumanía capitalista anterior a 1945, las obras benéficas eran muy numerosas. Había varias acciones filantrópicas y muchas entidades económicas, religiosas y políticas asumían la vocación de ayudar a las personas necesitadas: viudas de guerra, veteranos, huérfanos, desempleados, personas discapacitadas. Las grandes fábricas tenían escuelas de formación profesional, las asociaciones profesionales, los sindicatos, los pequeños dueños de talleres, el personal médico, los profesores, los abogados y otros ofrecían sus servicios gratuitos a las personas pobres. Las esposas de los ricos dirigían diversos comités, fundaciones, asociaciones y otras instituciones destinadas a la protección de las personas.
Una de las grandes figuras de la filantropía rumana fue Maria Brăiloiu, procedente de la familia Lahovary, una antigua familia aristocrática que estaba políticamente involucrada en el Partido Conservador. Gracias a sus principios religiosos y conservadores, Maria Brăiloiu cuidó a muchas niñas huérfanas. Dina Balş, descendiente de otra familia de boyardos, habló en 1996 en el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana sobre un episodio de la obra social de Maria Brăiloiu del año 1919 en el cual ella también había estado presente:
“La Sra. Brăiloiu tenía una finca en Săruleşti y era una persona muy buena, muy generosa. Era miembro de “Chindia”, entre otras, y de “Timişoiu”. Timişoiu era una sociedad benéfica para los huérfanos, para las niñas. Y ella construyó en su finca una casa para estas huérfanas. Cuidaba a estos niños hasta que se hacían adultos. Al preguntarla qué hacía con ellos, ella dijo: «¡Quiero hacer de estas muchachas buenas esposas y madres!» Les enseñaba a cocinar, a coser, a criar a los niños, a lavar y hacer la ropa para sus hijos y maridos, en resumidas cuentas, a ser buenas esposas y madres para sus hijos. Un día ocurrió algo muy bonito. En la inauguración de este orfanato, hecho por ella sola con dinero de su bolsillo, invitaron al ministro de Educación, Trancu-Iaşi. Organizaron una cena sencilla, en el jardín, en que servían las muchachas. El Sr. Trancu-Iaşi trajo una condecoración para la Sra. Brăiloiu y se la ofreció y ella, de repente, como si fuera un bloque de hielo, dijo: «¡No!» «¿Pero, señora Brăiloiu, usted, que tanto ha hecho?”, dijo el ministro. «No, yo no, solo fue Nuestro Señor Jesucristo! ¡Sin Él, yo no habría hecho nada! ¡Él se merece esta condecoración, no yo» y no quiso aceptarla. Se fue Trancu-Iaşi, con la medalla en el bolsillo y luego, al regresar en tren, decía: «¡Interesante esta señora, muy interesante! !Pero qué carácter!» Estaba muy indignado e impresionado porque la señora Brăiloiu fue capaz de rechazar una condecoración.”
También hubo sociedades que promovían la cultura y las tradiciones nacionales. Dina Balş ha recordado la existencia y la misión de la sociedad “Chindia” :
“Allí aprendimos a bailar tan bien los bailes rumanos. Esta sociedad fue creada de modo especial para que los bailes y la música folklórica rumana perduren en el tiempo. Cada dos semanas nos reuníamos en la sala Richter, un gimnasio de Bucarest situado en la calle Luterană. Allí, vestidos con trajes auténticos, solíamos aprender los bailes rumanos acompañados por músicos famosos de varios distritos del país. La sociedad fue creada por Maria Brăiloiu. Toda la alta sociedad acudía a estas reuniones”.
Importantes nombres de la cultura rumana formaron parte de la sociedad cultural donde se debatían temas candentes de la actualidad rumana. Una de estas sociedades se llamaba “Paréntesis”, cuyo nombre nos explica a continuación Dina Balş :
“Goga, Condeescu, Simionescu Râmniceanu, Paul Prodan o Nona Otescu integraban esta sociedad. Sus reuniones eran muy importantes. Cuando uno empezaba a hablar, los demás solían interrumpirlo, rompiendo el hilo de las discusiones. Por eso la sociedad se llamó Paréntesis”. Era un placer poder escuchar a esa gente tan culta. Goga, por ejemplo, era un hombre fascinante. Cabe mencionar que a estas reuniones solían participar también las mujeres.
La caridad era una virtud que iba con la sociabilidad y el mundo rumano antes de 1945, pero durante las dos guerras mundiales se escribieron las páginas de generosidad más impresionantes.
Traductora: Simona Sarbescu