Las mujeres en la revolución de 1848
Steliu Lambru, 14.03.2016, 16:46
Las revoluciones han sido acontecimientos excepcionales en la historia, y el año 1848 fue especial en la historia de Europa. La época de las revoluciones modernas inspiradas en la Revolución francesa de 1789 se puede resumir por la palabra “emancipación”. En el siglo XIX, una vez creado el Estado nacional, la palabra clave fue “modernización” y se relacionó con el proyecto de libertad económica, política y social. Los países rumanos, que estaban desde hacía casi 4 siglos bajo control otomano, intentaron liberarse por primera vez en 1821. En 1848, la revolución liderada por los hijos de las élites europeizadas en París, fue una continuación lógica de las ideas que habían animado la modernización.
El año 1848 en los Principados Rumanos sacó también al escenario de la historia a varias mujeres cuya presencia tuvo gran influencia en la conciencia nacional y la modernización. Considerada durante mucho tiempo una de las mujeres más presentes en la revolución fue Ana Ipătescu. La historiadora Georgeta Penelea-Filitti ha mostrado cuáles fueron sus méritos en el tormentoso verano de 1848 en Bucarest:
“Ana Ipătescu fue una de las señoras que salieron a la calle y consiguieron dinamizar a la población de Bucarest. La revolución tuvo momentos de éxito y de pérdida, es decir que, en un determinado momento, el gobierno provisional fue detenido. Después, los coroneles que habían detenido al gobierno fueron a su vez detenidos. En todos los movimientos callejeros, la población de Bucarest que seguía los acontecimientos y que no entendía mucho de lo que estaba pasando, necesitaba un líder. Ana Ipătescu, la esposa de Grigore Ipătescu, fue una de aquellas mujeres.”
Pero la mujer que marcó el espíritu revolucionario rumano de aquella época fue Mary Grant, de origen escocés, la futura esposa del político y publicista Constantin A. Rosetti. Georgeta Penelea-Filitti ha hablado de las circunstancias en las que Mary Grant llegó a Muntenia y conoció a su futuro esposo.
“María Rosetti, que llegó a Bucarest como institutriz en la familia Odobescu, se casó con C.A. Rosetti. Cabe recordar el movimiento mazziniano, del que formaban parte los esposos Rosetti. La correspondencia entre los esposos es encantadora. Además de las palabras tiernas, hay también numerosas cuestiones políticas. Se llamaban “compañero” y “compañera”. Viajaron muchísimo al extranjero, bautizaron a un niño en Niza, el padrino fue un zapatero. Le pusieron nombre rumano, Mircea, pero también un nombre francés. El zapatero se llamaba Charlemagne y llamaron igual a su hijo.”
La efervescencia del espíritu público europeo había llegado a los lejanos Principados Rumanos, y el gran deseo de liberación se había extendido a todas las clases sociales. Al igual que otros residentes extranjeros, Maria Rosetti se implicó fuertemente en el apoyo a las ideas de aquel movimiento y ni siquiera tras la derrota de la revolución renunció a sus convicciones. Además, Maria Rosetti llegó a ser la encarnación de la revolución rumana, incluso la misma Rumanía. El pintor Constantin Daniel Rosenthal pintó dos célebres cuadros cuyo modelo fue ella: “Rumanía revolucionaria” y “Rumanía rompiendo sus esposas”. He aquí la declaración de Georgeta Penelea-Filitti:
“No es la única extranjera que, al llegar a los Países Rumanos, se identificó con los ideales del pueblo mediante las relaciones que tuvo en el extranjero, mediante sus alegatos, mediante la verdadera ayuda a los revolucionarios. Los de Bucarest se vieron subidos a un pobre barco en el Danubio para ser enviados al Imperio otomano. Ella corrió por las orillas del Danubio para intentar hablar con ellos, pero no lo consiguió. Poco a poco, María Rosetti llegó a ser un verdadero símbolo de la revolución. Siendo amiga del pintor Constantin Daniel Rosenthal, éste pintó un cuadro en el que ella tenía la bandera en las manos, el símbolo de la libertad y de la revolución rumana.”
María Rosetti continúa dedicándose a las ideas de la modernización, porque la emancipación nacional necesitaba mucho su energía. Nuevamente al micrófono la historiadora Georgeta Penelea-Filitti:
“Ella continuó actuando tras la revolución. Los revolucionarios se vieron exiliados y pusieron en marcha una campaña de información a Europa sobre las realidades rumanas, única en la historia de los rumanos. Uno de los exiliados fue C. A. Rosetti, su marido, que faltó hasta aproximadamente el año 1858. Pero María Rosetti no se quedó sin hacer nada. Además de su marido que, cuando volvió al país, creó uno de los periódicos del espíritu público rumano más importante, “Românul” (“El rumano”), ella tuvo a su vez un periódico denominado “Mama şi copilul” (“La madre y el hijo”). Esta mujer hizo educación durante casi medio siglo. Es la palabra clave que fortalece y da personalidad a un pueblo. Eran consejos a las madres sobre cómo criar a los hijos, cómo educarlos. Incluso aconsejaba cómo limpiarlos, hablaba de la higiene, de las relaciones civilizadas entre los padres. Les decía que no pelearan delante los niños, que fueran blandos, que contestaran a todas las preguntas complicadas que hacían a pequeñas edades. Era muy importante que la madre tuviera paciencia. Respecto a la higiene, si en las ciudades había una clase social poco numerosa, receptiva, en el campo la situación no era nada buena debido a la pobreza, la ignorancia, la superstición. María Rosetti, además del periódico que creó, viajó mucho por el país, intentando hacer un tipo de propaganda por el crecimiento de los niños, porque la educación significaba la preparación temprana de la futura sociedad. Algunos dirían que sus esfuerzos no se notaron mucho, pero habría sido peor sin alguien como ella. No estuvo sola, hubo también otras mujeres, cabe mencionar a Constanţa Dunca.”
Las mujeres de la revolución estuvieron a la altura de los tiempos, al igual que los hombres del Estado. Hicieron historia cuando los obstáculos de todo tipo parecían insuperables.