La vida cotidiana de la Casa Real de Rumanía
Los reyes y las reinas, los príncipes y las princesas siempre han estado en el punto de mira.
Steliu Lambru, 15.08.2022, 13:59
Los reyes y las reinas, los príncipes y las princesas siempre han estado en el punto de mira. Los sobranos, en general, han estado en el punto de mira porque una teoría sociológica afirma que el cambio en una sociedad lo inician las élites. La percepción común es que los reyes y las reinas, los príncipes y las princesas son privilegiados, que lo tienen todo al alcance de la mano. Sin embargo, la percepción de un soberano y de su casa como un lugar en el que la vida cotidiana trascurre como en cualquier otra casa es menos frecuente.
La Casa Real rumana, en sus 80 años de existencia, ha tenido tanto soberanos austeros como caprichosos. Después de que el gobierno comunista obligara al rey Miguel I a abdicar, el 30 de diciembre de 1947, y a exiliarse, se nombró una comisión para inventariar todos los bienes que le habían pertenecido. Era una comisión mixta formada por especialistas, historiadores, críticos e historiadores del arte, así como por trabajadores miembros del partido comunista. El historiador y crítico de arte Radu Bogdan, miembro del Partido Comunista desde antes de 1945, formó parte de dicha comisión. Entrevistado en 1995 por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, Bogdan dijo que la oportunidad de entrar en el palacio real y ver todo lo que le pertenecía a la Casa Real era una oportunidad para descubrir la vida cotidiana de los soberanos rumanos. El primer lugar entró en el castillo de Peleș, la residencia del rey situada en Sinaia.
En el momento en que me topé con todo lo que había en el castillo de Peles, y cuando vi de qué se trataba, mi principal interés en los meses que pasé en Peles fue esculcar entre todos aquellos objetos y satisfacer mi curiosidad. Estaba leyendo mucho y tenía muchas ganas de ponerme al día. Para mí fue una experiencia extraordinaria. Fui educado como estudiante de secundaria en el culto a Carlos II, al que apodaban el príncipe de la cultura rumana, y mi infancia fue dominada por la figura de Carlos II. De repente me encontré los diarios íntimos del palacio y allí se me reveló la faceta secreta de la historia, lo que me parecía apasionante.
Contrario a lo que uno se podía imaginar, lo que había en el castillo de Peles cumplía más bien con los estándares normales de cultura, a los que cualquier rumano podía acceder. Vuelve con detalles Radu Bogdan.
La biblioteca de Peles no me pareció fuera de los común. Más bien la del castillo de Bran era impresionante, con libros firmados por la misma reina Victoria. Lo cual no era poca cosa. Vi pocas ediciones de lujo allí. En Peleș recuerdo que había estantes llenos de todo lo que sacaban las Fundaciones Reales. Y las Fundaciones Reales solían editar: el nº 1 de una tirada de 50 ejemplares para Carlos II, el nº 2 para el príncipe Miguel. Algunos libros fueron firmados por personas que no sabían que no estaba permitido escribir un autógrafo a un soberano, no estaba permitido escribir una dedicatoria al rey de Inglaterra, por ejemplo. El rey de Inglaterra no da autógrafos ni recibe dedicatorias.
Una vez dentro de los palacios reales, Radu Bogdan se adentró en un mundo fabuloso pero que seguía dominado por lo ordinario y lo cotidiano. Encontró un diario personal del rey Carlos II con apuntes diarios. También encontró otros documentos que le demostraron que las personas que gobernaban un país llevaban una vida de lo más normal. La ferocidad ideológica, sin embargo, condujo a verdaderos actos de vandalismo, tal como nos declaró Radu Bogdan.
Los comunistas hicieron todo lo posible para pisotear el culto a la monarquía, no mostraron ningún respeto por los objetos conmemorativos, por los recuerdos relacionados con la monarquía. Por ejemplo, desmantelaron rápidamente el despacho de Carlos I, que había quedado intacto, como el día de su muerte. Se borraron muchos autógrafos de los libros, especialmente la reina María solía firmar todos sus libros, y muchos se borraron después de que llegaran a Bucarest y se distribuyeran a varias bibliotecas. Así que no se respetaron los interiores, los objetos, los muebles, ni nada que tenía que ver con la monarquía.
El día a día de la gente importante fue lo que más le impresionó a Radu Bogdan. Esa vida cotidiana de los soberanos incluía también el desorden que se encuentra en la casa de cualquier persona común y corriente.
Lo interesante es que la propia monarquía guardaba sus documentos de forma desordenada, tirados, en todo tipo de cajas. No sé si eran cajas de sombreros de señora, pero eran cajas cuadradas, algunas incluso tenían candado. Generalmente no tenían candado, sólo una, la de los diarios de la reina María tenía candado. Había de todo, desde peticiones de locos hasta cartas de Iorga, Goga, diplomáticos y a veces reyes. Un desorden inimaginable.
Los soberanos tienen una vida cotidiana de los más normal y eso es más evidente que nunca. En el caso de los soberanos de Rumanía, la historia se ha encaprichado revelar a los rumanos esa parte de su existencia.
Versión en español: Valeriu Radulian