La Revolución rumana para los jóvenes
Diciembre es el mes en el que, desde 1989, los rumanos conmemoran la caída del régimen comunista, el que anuló sus derechos, libertades e incluso la esencia del ser humano durante casi medio siglo.
Steliu Lambru, 23.12.2024, 14:25
Diciembre es el mes en el que, desde 1989, los rumanos conmemoran la caída del régimen comunista, el que anuló sus derechos, libertades e incluso la esencia del ser humano durante casi medio siglo. Ellos conmemoran aquel diciembre de 1989 porque la vuelta a la normalidad se hizo a través del derramamiento de sangre, ya que el régimen comunista salió de la historia mediante la violencia, del mismo modo que había entrado en ella.
La carga pública emocional disminuye y la distancia temporal contribuye a una relación cada vez más fría con lo que era hace 35 años. Las nuevas generaciones de rumanos miran el mes de diciembre de 1989 con la curiosidad de quien no ha vivido un momento histórico, con el desapego de quien no ha sido afectado por los efectos. Lo preocupante es que muchos jóvenes de hoy no se dan cuenta de lo que significó el régimen político que los jóvenes de 1989 arrojaron al basurero de la historia. Aún más preocupante es el hecho de que muchos jóvenes no ven ningún problema en vivir lo que vivieron sus abuelos y padres. Pero los jóvenes de hace 35 años quieren contar a las generaciones actuales cuál fue el significado de sus hechos.
La historiadora y escritora Alina Pavelescu, de la generación que hizo la revolución de 1989, escribió el volumen La revolución de 1989 contada a los que no la vivieron. Le preguntamos si hay un mensaje de 1989 para la posteridad y si su generación había logrado concebirlo.
«Obviamente, deberíamos haberlo hecho, encontrarnos a nosotros mismos y darle sentido a lo que nos ha sucedido en los últimos 35 años. No hemos sido capaces de hacerlo hasta ahora y sólo podemos esperar que seamos más sabios a partir de este momento. Solo podría ofrecerles mi testimonio personal, de una persona que sintió que todavía tenía una gran carga emocional hacia este tema, 35 años más tarde. Cuando digo que esta carga emocional que tenemos y seguimos sintiendo, todos los que fuimos testigos directos de la Revolución de 1989, digo que es la que nos impide ver las cosas con claridad. Pero, al menos, podemos contar honestamente nuestras historias de tal manera que las personas más jóvenes que nosotros entiendan cómo la Revolución de 1989 los cambió. Yo digo que cambió sus vidas para mejor, y que ellos encuentren sentido para nosotros, si no podemos hacerlo».
Alina Pavelescu sintió que tenía algo que decir a la generación de hoy y a las que están por venir sobre el año 1989. Y considera que la manera más adecuada de dirigirse es a través de un volumen.
«En primer lugar, me propuse estimular el pensamiento crítico de los jóvenes. Me doy cuenta de que se enfrentan a diferentes historias y diferentes versiones, y que probablemente se estén preguntando dónde está la verdad entre todas estas versiones. Y luego, lo primero que hice fue presentarles todas las teorías e hipótesis que identifiqué en los discursos sobre la revolución, con sus pros y sus contras. Pero, reconozco, que en el epílogo de este volumen no pude evitar decirles que la Revolución de 1989 fue, en efecto, una revolución porque cambió radicalmente la vida de todos nosotros. Le debemos la libertad de los últimos 35 años, aunque no supiéramos muy bien qué hacer con esta libertad y siempre tuviéramos la sensación de que alguien nos la había robado delante de nuestras narices. Pero aun así, el hecho de que la tengamos, de que todavía no la hayamos perdido, es algo que le debemos a la Revolución de 1989 y a la gente que se sacrificó entonces, que se enfrentó las armas de la calle y murió».
Con las habilidades de un escritor y de un historiador, Alina Pavelescu escribió sobre el año 1989 enfrentándose a percepciones contradictorias y combinando exigencias profesionales, recuerdos personales y juicios de valor.
«Un historiador debe ofrecer una historia coherente y verídica o lo más cercana posible a la verdad, lo más cerca posible de la intersección de la verdad de algunos acontecimientos. No necesariamente tiene que dar lecciones o dar lecciones más allá del ejemplo personal que todos tenemos derecho a usar. Pero me temo que en Europa del Este y en Rumanía, donde la historia es con demasiada frecuencia el terreno de luchas políticas en las que las identidades y la forma en que definimos nuestras identidades son siempre objeto de la competitividad política, los historiadores, por mucho que tengan que estar en su torre de marfil, nunca podrán permanecer realmente allí. Y luego, si este es el contexto en el que vivimos, creo que lo más honesto para nosotros es asumir este contexto y tratar de hacer las cosas lo mejor posible desde nuestra perspectiva y desde la perspectiva del contexto en el que vivimos. No creo que debamos encerrarnos en la torre de marfil o no creo que la torre de marfil sea una opción realista. Al mismo tiempo, no debemos permitir que otros conviertan nuestro objeto de estudio, es decir, la historia, en un terreno en el que luchan los políticos».
El año 1989 seguirá siendo, por mucho tiempo que pase y por muchas percepciones, uno de gracia. Él es, queramos o no, la línea divisoria entre lo que es detestable y lo que es bueno en este mundo.
Versión en español: Mihaela Stoian