La rebelión legionaria de 1941
Steliu Lambru, 25.01.2021, 18:23
Hace ochenta años, del 21 al 23 de enero de 1941, el
ejército rumano y las formaciones paramilitares de la Guardia de Hierro, el
partido fascista del periodo de entreguerras de Rumanía, se enfrentaban, en
Bucarest, en batallas callejeras por el poder. El general Ion Antonescu,
respaldado por Hitler, retiró a los legionarios del poder tras haber formado en
septiembre de 1940, cuatro meses y medio atrás, el Gobierno con representantes
de la Guardia de Hierro. Este Gobierno mantuvo la legislación anterior, la de
1938, en base a la que los judíos perdieron la ciudadanía rumana y en la
economía continuaba el proceso de romanización. Esto significaba confiscar los
negocios que pertenecían a los judíos y entregarlos a los empresarios rumanos.
Sin embargo, a principios de diciembre de 1940, entre Antonescu y los
legionarios surgieron tensiones que estallaron en enero de 1941. Los
legionarios se rebelaron contra Antonescu cuando éste despidió al ministro
legionario del Interior Constantin Petrovicescu. La rebelión significó el ataque de los
legionarios contra las principales instituciones del Estado, los militares y
los gendarmes, la devastación de las sinagogas y la matanza de 120 judíos. Durante
unos días, en las calles de Bucarest y de algunas ciudades del país dominaron
el caos y la violencia.
La
historiadora Eliza Campus, entrevistada en 1999 por el Centro de Historia Oral
de la Radiodifusión Rumana, recordó cómo vivió aquellos días. Siendo judía,
Eliza Campus tuvo la suerte de encontrar gente que no había sido fanatizada por
las ideas legionarias:
Durante la rebelión, vivía
en la calle denominada hoy Bela Breiner y el propietario era legionario, se
llamaba Niculescu. Pero sentía simpatía hacia mí. Había una casa al fondo y un
piso en frente. Hablé con él: «Señor, sé que habrá
controles. ¿Usted qué quiere hacer?» Y me contestó: «Diré que en esta casa sólo
hay cristianos». Y ya. En efecto, el hombre cumplió su palabra. Pero en aquel
entonces los legionarios cometieron cosas terribles contra los estudiantes,
contra los padres de mis estudiantes. Y cuando acabó la rebelión, la gente
siguió viviendo con miedo. La gente iba por la calle como de costumbre, no
puedo decir que había algo especial. Pero en las casas la gente no sabía cómo
defenderse, como encerrarse. Por la calle se iba como de costumbre, yo también
iba cada día. Pero los legionarios entraban en las casas y tomaban prisioneros
o los mataban directamente.
Constantin Matei trabajó en la Radiodifusión Rumana como técnico y fue el
jefe de la célula de los legionarios de la Radio. En septiembre de 1940 se
adhirió al Movimiento Legionario. Entrevistado en 1994, recordó los momentos de
la rebelión:
Estaba en el estudio, estaba
de turno. Habló también el representante del ejército, hubo asimismo
comunicados que se presentaron en la Presidencia del Consejo de Ministros,
hablaron también los de la secretaría del Movimiento Legionario. Me llamaron a
la Presidencia, ante el director general Mînzatu, Dan Andronescu representaba a
los locutores y yo al servicio técnico. Eran las 12.00 horas de la noche, el
general Antonescu estaba delante del despacho en pijama, al igual que su
adjunto Mihai Antonescu, y el general apoyado contra la biblioteca le preguntó
a Mînzatu: «¿Quién les ordenó presentar los comunicados en la radio?». Mînzatu
le contestó: «Usted fue quien ordenó que todo lo que llegaba de la Presidencia
y el Movimiento Legionario se enviara directamente a los locutores». Y entonces
Antonescu dijo: «¿Horia Sima quiere demostrarme junto con los trabajadores de
Malaxa que el país lo apoya? Mañana les voy a mostrar que los intelectuales y
el ejército del país apoyarán al general Antonescu. ¡Dejen de dar comunicados,
no provoquen agitación! ¡Dejen de presentar por la radio comunicados que no
reciban de nosotros, de la Presidencia!».
El general de los gendarmes, Mihail Baron, recordaba en 1995 cómo se
desarrolló la rebelión de los legionarios en enero de 1941 y cómo cumplió las
ordenes que había recibido:
El día 21 por la mañana iniciaron el ataque contra los órganos
locales y centrales en todo el país. Ocuparon el Ministerio de Justicia, el
Boletín Oficial y atacaron también los demás centros como el Banco Nacional, la
CEC (Casa de Ahorros rumana) y el Correo Central. Sólo en la Radio no lograron
entrar. Consiguieron capturar la emisora Bod, pero no lo lograron en Bucarest,
porque había una guardia de gendarmes que reaccionó firmemente. Y entonces,
para poder comunicar con el país, cortaron el cable subterráneo y lo conectaron
a una emisora móvil con la que recorrían la capital y difundían historias: que
el Gobierno había caído y que los legionarios habían vencido. Distribuyeron
también carteles. Carteles amarillos o rojos, en algunos atacaban a los
masones, en otros a los comunistas, también para crear tensión. El día 21 todas
las calles estaban llenas de legionarios. Y gritaban: «¡Victoria legionaria!»
Bloquearon las calles con camiones, tranvías, autobuses, cisternas con
gasolina, preparados para incendiarlos si fuera necesario. El día 22, hacia las
14.00 horas, el mariscal Antonescu, al ver que se habían cometido tantas
crueldades, que centenares de personas habían resultado heridas, ordenó al
ejército que interviniera para liquidar la resistencia y detuviera a los
rebeldes.
Después de la rebelión, aproximadamente 8000 legionarios
fueron detenidos, juzgados y condenados a varios castigos y unos 700 se
refugiaron en Alemania, encabezados por el líder Horia Sima. Al final, Ion
Antonescu era el único dueño del
escenario político rumano.
Versión en español: Victoria Sepciu