La Iglesia y el comunismo
Steliu Lambru, 21.12.2020, 16:50
En la Rumanía comunista, la religión y la Iglesia no eran vistas con buenos ojos. Las prácticas religiosas fueron desalentadas después de que en los comienzos del comunismo, en los años 1950, muchos clérigos fueran encarcelados. Sin embargo, después de su consolidación, el régimen permitió las prácticas religiosas ya que ellas no presentaban ningún peligro. En teoría, la idea comunista separaba la religión de la Iglesia y condenaba a ambas, pero mientras que la religión era considerada una manifestación del hombre primitivo de ver el mundo, calificada a veces de superstición, la Iglesia era una institución que explotaba al hombre. A diferencia de la Iglesia, la religión se beneficiaba de circunstancias atenuantes. Una vez llegado al poder, el partido comunista reconsideró su actitud tanto respecto a la religión como a la Iglesia a las que incluyó en su política cultural como elementos de la identidad nacional. En general, el mismo mecanismo empezó a funcionar después de 1945 en todos los países de Europa Central y Oriental anexionados por la Unión Soviética y Rumanía no hizo excepción.
El ingeniero Stefan Barlea fue alto dignatario en la jerarquía de partido y de Estado, activismo que empezó a mediados de los años 1940. En una entrevista concedida en 2002 al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, Barlea admitió que no había estado en contra de la religión y la Iglesia aunque no fue creyente practicante. Incluso reconoció que no se había opuesto al bautismo de sus dos hijos aunque él y su esposa no se habían casado por la iglesia:
No me metí en ese asunto pero mi suegra, mi madre y mi abuela tomaron la iniciativa. Me di cuenta de que habían ido a la iglesia porque olían a albahaca. «¡Qué vivan los hijos!», dijimos todos. Uno de ellos fue bautizado en el monasterio de Casin. Yo no quise meterme en ese asunto, pero estuve de acuerdo con bautizar a mis hijos. No me casé por la iglesia. En un determinado momento me pasó esta idea por la cabeza, pero un día fuimos a Cheia y nos dimos cuenta de que no era una buena idea casarnos a escondidas. Nunca estuve en contra de las iglesias. Junto con mi esposa y mis hijos visitamos varias iglesias. Cuando era niño, mi abuelo solía llevarme a la iglesia en el pueblo de Prahova. Guardo un pequeño icono que me regaló una húngara cuando tenía diez o doce años después de haber muerto mi padre. No fui librepensador o pagano.
De formación científica, Barlea reconoció que antes de 1989, junto con dos amigos suyos, concibieron una teoría que combinaba la ciencia y las representaciones religiosas:
En un determinado momento, cuando trabajaba en la investigación científica, hice una investigación sobre una idea un poco rara en la que colaboré con varias personas y también con el ingeniero Edmond Nicolau. Yo me encargaba más de la cibernética e incluso formulé un concepto de cibernética en la teoría de los sistemas en la economía, publicado en Londres. Otro amigo mío fue el doctor Balaceanu Stolnici. Me reuní varias veces con Balaceanu y juntos hicimos un trabajo científico que él presentó en un congreso. Nuestra conclusión es que desde el punto de vista cibernético, los seres humanos de otros planetas se parecen mucho a las personas porque deben tener posición vertical y la capacidad de procesar un mayor campo de información visual. ¿Por qué todos los sentidos están situados en la parte arriba? Porque la naturaleza tiende a simplificar. Significa que la frase «Dios creó al hombre a su imagen y semejanza» es verdadera y la fuerza sobrenatural sí existe. Trabajé en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y no fui reticente a crear afirmaciones sobre este asunto.
Aunque la religión no estaba alentada, muchas personas evitaban ir a la iglesia debido a un tipo de persecución de los que intentaban crear un lugar demasiado grande en sus vidas a lo sobrenatural.
Stefan Barlea:
Nunca en mi vida he asistido a algo así, que alguien sea criticado en una reunión de partido, en la reunión de la Unión de la Juventud Trabajadora, porque se casó por la iglesia, porque bautizo a sus hijos o porque enterró a sus padres. A lo mejor fue una exageración, pero yo nunca he oído semejantes cosas. Ceausescu aceptaba estas cosas. En cambio, su esposa no. Incluso se enojó con sus hijos, Zoe y Nicu, porque se fueron a visitar algunos monasterios en Agapia.
La relación entre el régimen comunista, por un lado, y la Iglesia y la religión, por otra, fue una relación difícil en la que ambas partes intentaron convivir. El impássocial, económico y político en el que se encontraba el régimen hizo que el refugio en la religión fuera un compromiso aceptable.