La ideología del moldovenismo
El moldovenismo apareció a mediados del siglo XIX como fórmula de identidad en el discurso imperialista de Rusia para socavar la construcción y consolidación del Estado rumano.
Steliu Lambru, 21.08.2017, 10:12
El moldovenismo alentaba los separatismos que se oponían a la unión de Muntenia con Moldavia y a la formación del Estado rumano moderno. Esta corriente se impuso plenamente durante el régimen soviético y su herencia perdura hasta hoy en día.
El historiador Andrei Cusco de la Universidad de Estado de Chisinau nos ofrece más detalles sobre la historia del moldovenismo y de sus malformaciones:
“Mencionaría una figura muy importante que tiene que ver con la Iglesia de Besarabia. Se trata del último obispo importante de la Iglesia de Besarabia del período zarista, entre 1908 y 1914, Serafín Ciceagov. Fue el bisnieto del almirante Ciceagov que en 1912 llegó a Besarabia como enviado del zar. Este Serafín Ciceagov es, al igual que Pavel Lebedev, el símbolo del intento por parte del centro de controlar la Iglesia de Besarabia. Es el primero y único dignatario del período imperial que intentó imponer un proyecto “cuasimoldovenista. En el período imperial no existía, hasta comienzos del siglo 20, ningún elemento que hubiera podido ser definido como “moldovenista en la percepción rusa sobre Besarabia. Evidentemente, los rumanos de Besarabia son considerados por la mayoría absoluta de los observadores rusos como rumanos con una cierta especificidad regional. Sin embargo, no existe ninguna tendencia de demostrar que los rumanos de Besarabia serían fundamentalmente diferentes en comparación con los de Rumanía y menos de crear una nación moldava distinta.
La situación cambia radicalmente después de la victoria de la revolución bolchevique de 1917. Para vengarse y recuperar la Besarabia perdida en 1917-1918, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) creó un Estado-fantasma, la República Autónoma Soviética Socialista de Moldavia, en la orilla izquierda del río Dniéster, con la capital inicial en Balta y luego en Tiráspol, cuyo objetivo era propagar las ideas de la existencia de la llamada nación moldava.
Nuevamente ante los micrófonos de RRI, Andrei Cusco:
“En el período de entreguerras, los activistas soviéticos culturales que querían formar la nación moldava no estaban seguros de cómo tenía que ser esta nación. Entre 1932 y 1938 el alfabeto latino fue introducido en la República Autónoma Soviética Socialista de Moldavia y el estándar lingüístico era idéntico al de Rumanía. No había ninguna diferencia entre lo que se publicaba en Tiráspol en rumano y lo que se publicaba en Chisinau. El período anterior, entre 1924 y 1932 y sobre todo después de 1938 fueron característicos los intentos deliberados de crear la lengua y la cultura moldavas en base a unos materiales de calidad dudosa. Se trata de un dialecto local, hablado en las aldeas de Transnistria. La idea nacional soviética era circunscrita a la idea de revolución cultural; estos pueblos tenían que superar rápidamente las etapas, recuperar en un decenio o dos lo que no habían logrado en miles de años. Lo mismo sucede también con la llamada nación moldava, sólo que aquí el objetivo era mucho más claro, es decir combatir el nacionalismo rumano, el proyecto rumano.
Una vez reanexionada Besarabia en 1940 y sobre todo después de 1944, se producen otros cambios de la ideología moldovenista. Andrei Cuşco:
“Lo que pasa después de 1940, sobre todo después de 1944, es más interesante, después de que las autoridades soviéticas vuelvan a Besarabia. Ellas tienen algunos guiones en la mente. Uno de ellos es el de perpetuar el modelo de Transnistria, de crear de la nada una lengua y una cultura, opuestas al rumanismo. Pero esto no pasa, porque la intelectualidad soviética moldava, sobre todo los escritores, que se habían formado en el periodo de entreguerras, incuso siendo comunistas, no aceptan este estándar, este nuevo canon que los soviéticos intentan imponer. Hacia mediados de los años 1950 se vuelve a los modelos culturales rumanos, lingüístico y literario. En 1957, cuando tiene lugar la última reforma lingüística, se vuelve al estándar rumano, al panteón literario rumano. Tiene lugar un tipo de “rumanización latente, una “rerumanización de los proyectos soviéticos. En los años 1960, si alguien leía un texto escrito con letras cirílicas en el idioma rumano de Besarabia, oficialmente el idioma moldavo, no se diferenciaba de cualquier texto publicado en Rumanía. Por un lado tenemos la rusificación, por otro lado el moldovenismo, declarado como política pública se abandona de facto después de finales de los años 1950. Me refiero al ámbito lingüístico y cultural, porque el moldovenismo no se abandona en el ámbito identitario más amplio. La escuela y la prensa inoculan en la conciencia pública, sobre todo entre los campesinos, el hecho de que ellos son moldavos, de alguna manera distintos a los rumanos, aunque nunca se explique muy bien a través de qué.
Tras la caída del comunismo y la desintegración de la Unión Soviética de 1991, asistimos a otra etapa de la ideología moldovenista, una aún más primitiva, según opina Andrei Cuşco.
“El moldovenismo después de 1990-1991, después de la independencia, es otra cosa que el moldovenismo soviético, porque es un híbrido entre la concepción soviética y un tipo de nacionalismo rumano en el espejo. Los nacionalistas que se autodenominan moldovenistas son de alguna manera muy radicales, concediendo un carácter étnico al nacionalismo moldavo. Ellos intentan poner las cosas al revés empleando el modelo rumano. Empleando el mismo modelo, muestran que existiría una continuidad entre la actual Besarabia y el Estado moldavo medieval, lo que es una evidente aberración. O que existen unos elementos identitarios moldavos que preceden la identidad rumana, teniendo en cuenta que el adversario es la nación rumana. En este sentido, los moldovenistas de hoy son incluso menos convincentes que el modelo soviético que se basa en destacar la diferencia, pero no les daba un carácter étnico hasta el absurdo. Lo que incluso para los moldovenistas soviéticos habría sido muy primitivo, porque intentaban construir algo más duradero partiendo de los criterios de clase e ideológicos.
El moldovenismo de hoy es una ideología residual. A pesar de sus contrasentidos, su fuerza sigue siendo significativa, pero está en un continuo descenso.