La electrificación de Rumanía
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, la electricidad fue el leitmotiv de todos los proyectos de modernización.
Steliu Lambru, 07.05.2018, 15:52
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, la electricidad fue el leitmotiv de todos los proyectos de modernización. Desde el punto de vista de los reformadores sociales, la electricidad representaba la vía idónea para sacar al hombre de la ignorancia en la que estaba a causa de la religión y de la Iglesia. Por esta razón, el siglo XVIII fue denominado también el Siglo de las Luces. Se consideraba que la luz era algo espiritual y se debía a la educación, a la erradicación del analfabetismo. En el siglo XIX, la ideas modernizadoras tomaron el motivo de las luces y le agregaron una dimensión material, con la ayuda de la ciencia facilitando así el acceso de la gente a la información. La luz eléctrica fue considerada el mayor progreso de aquella época, ya que la bombilla inventada por Edison transformó el mundo de manera radical.
Los comunistas consideraban que la electricidad era un medio a través del cual el hombre daba un paso más hacia su evolución. Uno de los lemas de Lenin era el poder de los soviéticos y la electrificación de las aldeas. De modo que, el 6 de marzo de 1945, cuando el comunismo se apoderó de Rumanía, el régimen hizo un objetivo de la electrificación para ganar de esta forma popularidad y legitimidad. La electrificación de Rumanía, un programa socioeconómico muy ambicioso, tuvo también una importante componente política y se llevó a la práctica en los años 50.
El ingeniero Tudor Constantin fue jefe de la planta eléctrica de Bucarest, uno de los más importantes productores de electricidad. En 2003, concedió una entrevista al Centro de Historia Oral de la Radiodifusión y mencionaba, en aquella ocasión, la primera hidrocentral construida en Bicaz.
El proyecto inicial había sido elaborado por el profesor Dorin Pavel y por el ingeniero Dimitrie Leonida, corriendo ellos mismos con todos los gastos y andando de un sitio a otro con la mochila en la espalda. El ingeniero Leonida quería que el obrero rumano fuera culto, un obrero con prestigio, y creó la escuela para electricistas y mecánicos, donde impartían cursos su mujer y dos profesores de la Universidad Politécnica de Bucarest. Dicha escuela tenía tanto prestigio que, al graduarte, si solicitabas empleo en la Compañía de las Vías Férreas Rumanas o en cualquier otra parte te lo concedían de inmediato. Cuando lanzó este proyecto de la electrificación de Rumanía, el ingeniero Leonida me dijo: «Joven, es imposible electrificar Rumanía sin la implicación del Estado, tal como pasó en Rusia». Cuando finalizamos este proyecto, a mí me concedieron una condecoración, una medalla.
Se tenían que borrar las huellas de la guerra y esto se podía conseguir solamente a través del desarrollo industrial.
Tudor Constantin nos dice a continuación cuáles eran las dotaciones de Rumanía antes de la implementación de esta política de electrificación.
Esta política empezó en 1950, cuando yo ya era el jefe de la planta eléctrica de Bucarest. Esta planta era la mayor del país y disponía de los mejores ingenieros. Tal vez no disponíamos de la tecnología que había en Occidente, pero nuestros ingenieros trabajaban allí desde antes de la guerra, eran muy profesionales, y no aceptaban materiales de mala calidad. Por ejemplo, la planta de Filaret disponía de motores Diesel con una potencia de 5000 caballos, que eran únicos en la Europa de aquella época. Habían comprado antes de la guerra una turbina de gas de 10 000 kilowatios, también única en Europa, en aquel entonces. A causa de la guerra no se había puesto en marcha, pero lograron hacer esto después de la guerra. Me acuerdo que los rusos querían que los ayudáramos. Les dejamos las llaves del lugar donde estaban los planes de los suizos. Había hurto de información tanto por parte de ellos, como por nosotros, pero se tenía que poner en marcha.
Más allá de las razones socioeconómicas, idear y llevar a la práctica un proyecto de esta envergadura también se podía hacer a raíz de una decisión política. En una economía planificada, todo era posible. Vuelve con más detalles Tudor Constantin.
El partido tomó esta decisión que luego fue llevada a la práctica en los Ministerios de especialidad, implicando a todas las compañías y a todos los especialistas que hacía falta. Me preguntaron qué opinaba y me impliqué en la elaboración del plan de electrificación porque era el primer jefe de planta eléctrica. Me acuerdo que hubo una disputa entre los técnicos de la termocentral y los de la hidrocentral. No sabían exactamente si centrarse primero en las termocentrales o en las hidrocentrales. Al final, tuvieron que intervenir los representantes del partido para limar asperezas. Dijeron que las hidrocentrales eran más baratas y más eficientes desde el punto de vista económico. Los costes de la energía generada por una hidrocentral eran tres o cuatro veces más bajos que la generada por una termocentral. Pero para montar una hidrocentral se necesitaba de mucho más tiempo que para montar una termocentral y el país no podía esperar. Se tenía que conseguir el desarrollo industrial a toda costa y, aunque costaba más, se optó por termocentrales. Pues los principios de la energía eléctrica, en Rumanía, se relacionan con las centrales termoeléctricas de Doiceşti y Târgu Mureş.
La electrificación de Rumanía finalizó en 1970 y fue considerada un éxito. Sin embargo, el sector energético se diversificó y gran parte de la producción fue destinada a la industria.
Versión española: Valeriu Radulian