Iconografía de la época fanariota
El Imperio otomano, que estaba en plena ofensiva hacia Europa Central en la segunda mitad del siglo XVII, era portador de los elementos de la civilización griega-oriental.
Steliu Lambru, 09.03.2020, 07:47
El Imperio otomano, que estaba en plena ofensiva hacia Europa Central en la segunda mitad del siglo XVII, era portador de los elementos de la civilización griega-oriental. Los príncipes de Moldavia, después de 1711, y de Muntenia, después de 1716, procedieron de las ricas familias griegas del barrio Fanar de Constantinopla, y de allí el nombre de “fanariotas. Algunas corrientes historiográficas como el romanticismo consideraron que el período fanariota fue uno de los peores en la historia de Rumanía. Se caracterizó sobre todo por la corrupción, el enriquecimiento rápido y el empobrecimiento de aquellos que generaban beneficios, sobre todo de los campesinos y los comerciantes. Desde el punto de vista cultural, el fanariotismo fue el modelo de extensión de la cultura griega y oriental, según se ve también en la iconografía de entonces, sobre todo en la de principios del siglo XIX. El período fanariota acabó después de la violenta revolución liderada por Tudor Vladimirescu, en el año 1821, cuando las familias principescas rumanas volvieron a los tronos de Moldavia y Muntenia.
Sin embargo, algunas familias fanariotas adoptaron paulatinamente la cultura rumana, llegaron a ser autóctonas y adoptaron un discurso nacionalista y modernizador. Atacado por los románticos y considerado cabeza de turco por todos los males socioeconómicos, el fanariotismo dejó hasta la segunda mitad del siglo XIX una importante presencia en la vida de la nueva Rumanía creada después de 1859 mediante la unión de Moldavia con Muntenia. El historiador Adrian-Silvan Ionescu ha estudiado la moda y las mentalidades en los primeros decenios del siglo XIX rumano, un siglo todavía empapado del orientalismo fanariota. Ha vuelto a descubrir la opulencia de una época en las imágenes de entonces:
“El mundo fanariota se ve representado por el matiz más lindo que pueden encontrar los pintores. El período fanariota fue uno de sublime carácter pictórico, tanto en el verbo, como en el aspecto. Cuando los grandes boyardos se dirigían los unos a los otros decían “psihi mu (mi alma). Tenían la especial calidad de dirigirse de manera sofisticada, según se ve en los materiales de los archivos. En la manera de vestir, siguiendo la moda de Constantinopla, tenían el refinamiento y la riqueza del antiguo Bizancio. En concreto, continuaban el Bizancio en casa, según afirmó Nicolae Iorga en su teoría Byzance apres Byzance, muy bien argumentada.
La ropa fastuosa, según sus altos rangos, era ancha, cara y creada de manera artística. Destacaba ante las élites de occidente en los encuentros con los boyardos rumanos. He aquí la declaración de Adrian-Silvan Ionescu:
“Tan fastuosas eran las cortes de Iaşi y Bucarest, por como iban vestidos, que los representantes de las Casas Reales e Imperiales de Europa se quedaban asombrados. Uno de los boyardos rumanos más importantes, Ienăchiţă Văcărescu, fue a la corte imperial de Viena para intentar convencer al emperador para que echara a los dos príncipes de Austria y enviarlos a casa. Habían vestido ropa alemana (ropa estrecha) y se habían afeitado las barbas. Las condesas y las baronesas del imperio quisieron admirar la fineza y la riqueza del chal de cachemira que Văcărescu tenía alrededor de la cintura.
¿Qué es lo que más destaca en los cuadros de los boyardos y las boyardas rumanas en los primeros decenios del siglo XIX? La ropa, las joyas caras, las armas y la manera de llevar la ropa y los materiales. Nuevamente al micrófono Adrian-Silvan Ionescu:
“Se pueden ver abrigos de piel de la mejor calidad, seda cara y pesada, joyas, toda una serie de armas plateadas y cubiertas de piedras preciosas que llevaban los mercenarios. Todo esto mostraba la inmensa riqueza de estos príncipes pasajeros, que sabían enriquecerse aquí en tiempo récord. Y también su gusto. El análisis de la ropa en la época, desde el punto de vista formal y cromático, muestra el gusto perfecto de aquellos que la llevaban. Los acordes cromáticos, los acordes entre las texturas, la manera de llevarlas, con dignidad y orgullo, mostraban su estatuto e importancia. Se sabe que había 3 rangos de boyardos. De la primera categoría formaban parte los boyardos cercanos al príncipe, los cortesanos. Seguían la segunda y la tercera categoría. Cada una tenía ciertas texturas, ciertas pieles que podían llevar. Nadie podía superar su posición. El signo distintivo más importante era el adorno facial. La barba era sólo para los boyardos del primer rango, mientras que los del segundo y el tercero sólo llevaban bigote.
Mihail II Sutu, último príncipe fanariota de Moldavia (1819 – 1821)
Detestada, la moda fanariota iba a quedar en el espacio rumano, pero no como rasgo definitorio, sino más bien como nostalgia y coquetería. He aquí lo que ha declarado el historiador Adrian-Silvan Ionescu:
“La moda fanariota tuvo influencia en las primeras tres décadas del siglo XIX, aunque tras la revolución de Tudor Vladimirescu los boyardos fanariotas desaparecieron poco a poco, y todos los príncipes fanariotas dejaron de existir. A mediados del siglo XIX, en 1860-65, se notó un renacimiento. Muchas veces, en los bailes de máscaras, aquellos que habían conocido en su niñez la moda fanariota, la adoptaban para sentirse una vez más en la corte de los príncipes fanariotas y para divertirse.
La iconografía de la época fanariota muestra un mundo que dejó de existir, el de la opulencia y el bienestar. Pero era un bienestar de las élites que intentaban guardar el rango y los privilegios en las épocas de cambio.