Eugen Ionescu
El nombre de Eugen Ionescu o Eugène Ionesco ya no necesita ninguna presentación porque es uno de los grandes nombres de la dramaturgia del siglo XX. Junto con Mircea Eliade y Emil Cioran, Ionescu es parte de la generación de los tres rumanos excepcionales nacidos en la primera década del siglo XX que influyeron en importantes corrientes del pensamiento occidental después de 1945.
România Internațional, 22.06.2020, 17:02
El nombre de Eugen Ionescu o Eugène Ionesco ya no necesita ninguna presentación porque es uno de los grandes nombres de la dramaturgia del siglo XX. Junto con Mircea Eliade y Emil Cioran, Ionescu es parte de la generación de los tres rumanos excepcionales nacidos en la primera década del siglo XX que influyeron en importantes corrientes del pensamiento occidental después de 1945.
Eugen Ionescu nació en 1909 en Slatina de padre rumano y madre francesa y murió en 1994 en París a la edad de 84 años. Pasó parte de su infancia en Francia, pero estudió en la Universidad de Bucarest donde obtuvo la licenciatura en francés. En 1938 se fue a París con una beca como agregado cultural. En Rumanía comenzó su actividad literaria con poemas publicados en la revista «Billetes de papagayo» y artículos de crítica literaria.
Su volumen más importante del periodo rumano de su carrera literaria es el de crítica titulado «No», por el que también fue galardonado. Sin embargo la fama de Ionescu se manifiesta en el teatro. Se estableció definitivamente en Francia al final de la guerra y escribió obras de referencia como «La cantante calva», «La lección», «Las sillas», «Jacques o la sumisión», «El rinoceronte», «El rey se muere», «La sed y el hambre». El teatro más importante de Francia y el más antiguo del mundo, La Comédie Française, escenificó dos de sus obras, «La sed y el hambre» y «El rey se muere». En total, Eugen Ionescu escribió 11 obras de teatro y otras 17 obras cortas y en 1970 fue elegido miembro de la Academia Francesa.
Fue el primer intelectual de origen rumano en recibir tal distinción. En los escritos y declaraciones públicas que estaban más o menos relacionados con la política, Ionescu era un demócrata convencido, tanto antifascista como anticomunista. El término «rinocerontización» acuñado por Ionescu y derivado de su obra «El rinoceronte» se refiere al proceso de adhesión del hombre al totalitarismo.
En el archivo del Centro de Historia Oral en la Radiodifusión Rumana hay un documento sonoro extremadamente valioso, un programa de radio realizado por Monica Lovinescu, otra importante intelectual rumana del exilio francés, con Eugen Ionescu en la cadena Radio Europa Libre el 29 de noviembre de 1984. El programa fue ocasionado por la exposición de dibujos y litografías de Ionescu que tuvo lugar en París en la Galería La Une en Saint-Germain-des-Près. Ionescu confesaba en el diálogo radiofónico de hace 36 años que la escritura no era su única pasión cultural y que las artes visuales le atraían igualmente, especialmente la pintura.
”Siempre me ha gustado mirar cuadros y he escrito crítica. Hice un estudio de televisión sobre Vermeer y otros pintores holandeses. Escribí un ensayo crítico sobre Brâncuși, presenté a Miró y a otros, pero no conocía sus secretos. Y no sabía cómo romper sus secretos. Sin embargo, siempre he tenido un gusto pronunciado por la pintura porque no tengo suficiente conocimiento musical. Y la música, por paradójico que parezca, está cerca del silencio, es el arte más cercano al silencio.”
En los libros que los intelectuales han escrito sobre lo que significa ser intelectual la definición es simple: la persona que utiliza habitualmente palabras, ideas y conceptos por los que crea un mundo y desafía a sus semejantes a reflexionar es un intelectual. Ionescu usó palabras en su creación, pero su espíritu sentía que podía expresarse de una manera diferente.
”La palabra me cansó, hablamos demasiado, especialmente el teatro me cansó. No hice un teatro parlante, hice un teatro que estropeaba la conversación y sobre todo en la última obra donde el lenguaje está completamente perdido, no hay más que sonidos incoherentes. El lenguaje teatral no es para todos, debe ser traducido. Estoy aburrido, especialmente de hablar por hablar. Sentía la necesidad de cambiar mi sistema de expresión y decir las mismas cosas que dije en «La Vase» con otros medios estéticos. Donde cesa la palabra, comienzan el silencio, el color y, en cierto modo, el gozo. Donde termina la pintura, allí se deben utilizar las palabras. Si tuviera otros medios usaría la danza o la música.”
Inevitablemente, en la conversación con el gran dramaturgo salió la infancia, el período de máxima inocencia y felicidad en la vida de un hombre. La infancia de Eugen Ionescu se dividió entre Francia y Rumanía y sus recuerdos permanecieron idílicos.
”El milagro de su infancia en Chapelle Anthenaise también se apoyaba en algo. En ese momento tenía la memoria no muy consciente, sino el recuerdo del mundo paradisíaco. El tiempo no existía en ese momento, de niño, todo estaba en una presencia luminosa extraordinaria. Recuerdo cómo el Día de Ramos todo el pueblo estaba cubierto de hojas, de plantas, de flores y la iglesia estaba rodeada por todas las casas que parecían más brillantes que la luz y más blanca que la blancura de la primavera. Era, realmente, algo milagroso y tenía la impresión de que había una presencia a mi alrededor que ya no siento siempre y que fui perdiendo con el paso del tiempo.”
La historia del teatro de vanguardia en el siglo XX no se puede escribir sin Eugen Ionescu. Es la tarjeta de visita más importante en la que aparece su nombre.