El programa Reflector
La historia de la prensa durante los años comunistas también tiene un pequeño capítulo, un tanto honorable, en el que los periodistas intentaron aplicar la ética profesional y ser la voz de la sociedad.

Steliu Lambru, 03.03.2025, 17:00
La historia de la prensa durante los años comunistas también tiene un pequeño capítulo, un tanto honorable, en el que los periodistas intentaron aplicar la ética profesional y ser la voz de la sociedad. El periodo entre 1966 y 1971 fue el mejor para la prensa bajo el régimen comunista, y algunas producciones tuvieron éxito entre el público. Fue el caso del programa de televisión Reflector, en el que se exponían al juicio público las disfunciones institucionales y los abusos de políticos o directivos. Reflector fue un intento de periodismo responsable, pero con límites. La ideología del Partido Comunista Rumano era intangible, al igual que la naturaleza del poder estatal y del orden social y político. Intangibles eran también la persona del líder Nicolae Ceauşescu, su familia y allegados, los altos militantes del partido, el ejército, el aparato represivo formado por la Milicia y la Securitate, los que trabajaban en la judicatura y los del sector financiero y bancario. En general, el Reflector se ocupaba de los abusos y disfunciones de la economía de consumo.
Reflector debutó en 1967 y seguía el modelo de programas similares de la prensa occidental. La apertura de la Televisión Rumana a Occidente se debió a los periodistas Silviu Brucan, presidente de la cadena, influido por los medios estadounidenses, y Tudor Vornicu, antiguo corresponsal en Francia y familiarizado con los medios franceses. El periodista Ion Bucheru, vicepresidente de la Televisión Rumana en aquella época, fue quien coordinó el equipo que realizó el programa. En una entrevista realizada por el Centro de Historia Oral de la Radiotelevisión Rumana en 1997, Bucheru reveló qué hizo que fuera un éxito.
«Yo me encargué del programa Reflector por parte de la dirección de la institución. En aquella época, el Reflector de la Televisión, que se emitía dos veces por semana, y la Investigación Social, que se emitía al menos una vez cada dos semanas, el Reflector, que duraba entre 20 y 25 minutos, y la Investigación, de hasta 50 minutos e incluso una hora, se habían convertido en una institución social. La gente acudía al Reflector y a la Investigación Social. Las cinco personas que habitualmente hacían el Reflector, eran como fiscales que ejercían su profesión con un mandato social. Tenían correspondencia personal, simplemente eran llamados por personas que no tenían otra esperanza o por instituciones que habían agotado incluso las posibilidades legales de resolver disputas con particulares, con otras instituciones».
Aparecer en televisión en aquella época, y especialmente en casos escandalosos de abuso, incompetencia o indiferencia en la gestión del erario público, era un mal presagio para cualquiera. Por eso el nombre del Reflector causaba pánico cada vez que se pronunciaba. Ion Bucheru:
«Llegamos a este punto: terminábamos el programa Reflector con una imagen y un texto. La imagen mostraba un coche negro que se alejaba entre un reguero de gases de escape o polvo, y el texto decía: «En este coche, el camarada ministro Fulano sale del ministerio, probablemente con prisa para asistir a una reunión, tanta prisa que no tuvo tiempo de hablar con el productor de Reflector que le pidió su opinión sobre este asunto que ustedes han visto y que se desarrolla dentro del perímetro de sus responsabilidades.» Esto se decía con frecuencia en la cadena. Cuando un director de empresa o un viceministro se enteraba o era informado por teléfono de que el Reflector había llegado a los locales o de que alguien del Reflector había llamado para decir que vendrían mañana o pasado mañana a filmar, ¡no se imaginan el ruido que se armaba!».
El momento en que, en julio de 1971, el propio Nicolae Ceaușescu enunció sus famosas tesis supuso un giro de 180 grados respecto a la apertura anterior. Fue una vuelta a la dureza de los años estalinistas, una gran sorpresa para los países del mundo libre que hasta entonces habían apreciado la postura del líder rumano. Ese retorno también influyó en el Reflector, que poco a poco fue perdiendo incisividad e interés. Ion Bucheru:
«Las Tesis de julio brotaron de la mente, la cabeza y la pluma de Ceaușescu a raíz de un escándalo televisivo. Era el momento en que, después del ´68, Ceaușescu había recorrido la máxima pendiente ascendente de popularidad, de prestigio nacional e internacional. Era el momento en que, internacionalmente, Rumanía era considerada la maravilla del mundo en este rincón de Europa. Era una época en la que los jefes de Estado abrían sus puertas a Rumanía, incluso los más conservadores, incluso aquellos que hasta entonces habían rechazado cualquier idea de recibir a Ceaușescu o de conferirle los honores de un jefe de Estado. Era una época en la que si decías que eras un periodista rumano en el extranjero -y lo he vivido en primera persona y puedo decirlo con conocimiento de causa- te miraban no con simpatía, sino con una especie de hermandad. Íbamos sin herramientas, sin equipo, sin dinero, sin posibilidades logísticas, porque éramos pobres, estábamos mal equipados y muy mal pagados. Pero había tal ola de simpatía a nuestro alrededor que se puso a nuestra disposición mucho de lo que no teníamos, y ellos tenían mucho».
Disuelto a mediados de los ochenta, cuando el programa de televisión había alcanzado las dos horas de duración, Reflector volvió a resurgir después de 1989. Pero en el nuevo ambiente de libertad, nunca alcanzó el mismo nivel de popularidad.
Versión en español: Monica Tarău