El Holocausto en Rumanía
Rumanía tiene su parte de responsabilidad por los crímenes del Holocausto, una culpa que ya ha asumido, tras el Informe Wiesel, que fue publicado en 2003. Este documento establecía la fecha del 9 de octubre como Día Nacional del Holocausto en Rumanía.
Steliu Lambru, 07.10.2013, 18:02
El Holocausto es la máxima expresión del odio que el ser humano ha manifestado a lo largo de la historia. Desde el desprecio y la retórica racista de la inferioridad, los profesionales del odio pasaron a la deportación y al asesinato masivo, sin discriminación alguna. Las víctimas fueron principalmente los judíos y los gitanos. Rumanía tiene su parte de responsabilidad por los crímenes del Holocausto, una culpa que ya ha asumido, tras el Informe Wiesel, que fue publicado en 2003. Este documento establecía la fecha del 9 de octubre como Día Nacional del Holocausto en Rumanía.
El archivo del Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana conserva testimonios importantes de los que vivieron en la época de entreguerras y de la Segunda Guerra Mundial. El médico Radu Petre Damian, en una entrevista realizada en 1999, recordaba algunas de las manifestaciones antisemitas en la Facultad de Medicina de Cluj.
“En el primer año teníamos el curso de disección anatómica, del sistema muscular, y cursos de osteología y miología. Se examinan los órganos y se empieza a seccionar para ver los tejidos. Junto con nosotros en la mesa de disección había dos judíos, uno de ellos llamado Davidson. Y un compañero pregunta: “¿Oye, por qué nunca he visto un cadáver de un judío?” Y alguien le contesta: “¡Porque los judíos no profanamos cadáveres!” Y eso fue suficiente, porque lo que siguió fue terrible. En un instante, todos se volvieron locos, tiraron hacia los dos judíos todos los huesos, los esqueletos, todo lo que había en la sala de disección. Los dos se habían refugiado en un rincón y temblaban de miedo. Fue muy difícil hasta que se calmaron los nervios y todos volvimos a la calma. “¿Cómo puedes decir esto? Así que nosotros profanamos nuestros muertos, ¿no?” Inmediatamente después, los estudiantes organizaron una reunión afuera, en el patio, para debatir sobre lo que teníamos que hacer: si organizábamos una huelga o no, y qué medidas debíamos tomar. Al final, todos se calmaron, no sé cómo, y decidimos ignorarlo todo y que nunca se hablaría así con los demás.”
El historiador de arte Radu Bogdan se integró en el movimiento comunista desde muy joven. Sin embargo, no fue un activista dogmático, a pesar de haber sobrevivido a un campo de concentración. En una entrevista realizada en 1995, mencionaba el nombre del comandante del campamento, un verdadero salvador, uno de los hombres que no se dejaron manipular por órdenes absurdas.
“Los auténticos salvadores son hombres como este comandante mío, al cual le tenía mucho cariño y respeto e incluso nos hicimos amigos. Fue una gran persona, Petre N. Ionescu se llamaba. El nombre no dice mucho. Era consejero en el Tribunal de Apelación de Bucarest, procedente de una familia de magistrados conocidos de Iași. Cuando nos acomodaron en la zona de detención de Osmancea, nos acogió este magistrado del cual les hablaba, y les cuento que al verlo uno pensaba que este hombre no valía nada. Le habían apodado Mickey Mouse: era bajito, nadie podía imaginar la moralidad perfecta que tenía este hombre. Una persona de gran honestidad, que imponía respeto. Recuerdo que un día vino para hacer una inspección el coronel Corbu y encontró al comandante con la chaqueta desabrochada. Hacía mucho calor, en pleno verano, y le sorprendió en un momento de descanso. Empezó a gritarle que por qué iba desabrochado y no llevaba la corbata puesta, pero el subteniente lo puso en su sitio y todos nos quedamos asombrados, y le dijo así: “Mi coronel, es verdad que yo soy solo un subteniente y usted es coronel, pero no le permito hablarme con este tono ni gritarme. ¡Por favor, no se olvide de que en la vida civil soy magistrado, soy alto magistrado, consejero en el Tribunal de Apelación y usted me debe respeto!” Este hombre nunca ha aceptado soborno. Venía gente que quería saber lo que había pasado con sus casas que habían dejado atrás, porque habían sido arrestados en un abrir y cerrar de ojos y sus casas habían quedado solo en manos de Dios, y él les permitió que fueran a ver lo que había pasado, les permitió que se trajeran bombonas de gas al campamento para calentarse la comida. ¡A nadie le tocó ni un pelo! Ni siquiera un solo abuso cometió. Admiro la conciencia y el valor de este hombre.”
Sonia Palty llegó a un campamento de concentración durante la guerra y fue testigo de un suceso horrible mientras atravesaban el río Bug. La grabación data del año 2001.
“Un día por la mañana, el subprefecto Aristide Pădure, llevando su habitual látigo en la mano, entró a caballo en el campamento y dijo: “¡Todos los judíos, fuera, al río Bug! ¡Os pasamos a los alemanes!” Sabía que esto significaba la muerte. Mi padre tenía tres pastillas de arsénico, también tenían los Brauch, y el Sr. Brauch le dio una de las pastillas a Fritz, mi amigo, que tenía entonces 20 años de edad, y yo, 15. Y nos dijo: “Hijos, cuando subamos al barco, nos tragamos las pastillas, porque no queremos acabar en manos de los alemanes.” Con las pastillas en la mano, hablé con Fritz y decidimos no tomar las pastillas, porque nosotros queríamos vivir. Estábamos en la orilla del Bug y, al levantar la mirada, porque siempre mirábamos hacia abajo, vimos a unos 40-50 metros de nosotros a unos gitanos, muchos, que tiraban de sus carrozas con sus propios cuerpos porque les habían quitado los caballos. De las carrozas bajaron las mujeres con muchísimos niños y empezaron a cruzar el río Bug. Fue toda una pesadilla: las gitanas que habían subido a los barcos con sus hijos en brazos, al llegar a mitad del río, levantaron a los niños y los tiraron al agua. Y luego se tiraron ellas mismas. Entonces, los hombres y el resto de las familias, los niños, comenzaron a gritar, a arrancarse el pelo. Nosotros los mirábamos y estábamos pensando que lo mismo sucedería con nosotros.”
El Holocausto ha sido la expresión del odio y de las obsesiones generalizadas. Sus lecciones son duras y su mensaje es claro. Pese a ello, la humanidad todavía no está curada de las tentaciones del radicalismo.
(trad. Simona Sarbescu)