El greco catolicismo en lucha contra el régimen comunista
La Iglesia greco-católica o la Iglesia rumana unida con Roma fue creada alrededor del año 1700 en Transilvania, Banato, Crisana y Maramures, territorios habitados en su mayoría por rumanos.
România Internațional, 20.02.2018, 18:34
La Iglesia greco-católica o la Iglesia rumana unida con Roma fue creada alrededor del año 1700 en Transilvania, Banato, Crisana y Maramures, territorios habitados en su mayoría por rumanos del Imperio habsbúrgico. Su aparición significó el comienzo de la emancipación nacional rumana y grandes figuras públicas rumanas procedieron de la población greco-católica. Entre ellas figuran el obispo Iuliu Hossu, el que leyó en Alba Iulia la resolución de la unión de Transilvania con Rumanía, y el político Iuliu Maniu.
El centro del grecocatolicismo rumano fue Blaj, ciudad ubicada en el centro de Rumanía, el lugar donde funcionaba el arzobispado greco católico y una academia teológica.
En una entrevista del 2001 al sacerdote grecocatólico Nicolae Lupea, realizada por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana, éste describió el ambiente especial de la “Pequeña Roma de los rumanos, tal como era denominada la ciudad de Blaj:
“Había un ambiente teológico, los estudiantes estaban preparados para la misión que iban a cumplir, ser sacerdores de la Iglesia. La academia significaba 4 años de teología y después de estos 4 años, quien deseaba podía presentarse al examen de licenciatura en Teología. Había un ambiente espiritual dado que a los futuros sacerdotes se les enseñaban diferentes asignaturas teológicas para tener conocimientos en su futura misión. Se les pedía también una experiencia espiritual a través de su experiencia personal, en estado de gracia divina y en unión con Dios.
La Iglesia rumana unida con Roma tuvo una relación normal con todas las demás iglesias y cultos del espacio laico rumano. Las primeras persecuciones empezaron en el verano de 1940 en Transilvania del Norte, territorio perteneciente a Hungría. Sacerdotes y cristianos grecocatólicos fueron deportados y algunos de ellos asesinados. Sin embargo la gran ola de las persecuciones llegó en el año 1948. El Estado comunista prohibió la Iglesia y los sacerdotes se vieron obligados a aceptar la unión con la Iglesia ortodoxa. Los que se negaron fueron encarcelados, tal como le sucedió a Nicolae Lupea:
“A mí y al rector Gheorghe Danila nos llevaron a Aiud. Él se quedó allí durante 7 meses y yo 9. Luego nos pusieron en libertad sin ningún proceso. Probablemente nos pusieron en libertad porque en 1946 había llegado a Blaj Petru Groza con una parte de los ministros del Gobierno y en aquella ocasión tuvo lugar un enfrentamiento entre los trabajadores y los estudiantes de la Academia. Es decir, los obreros quisieron atacar la Academia de Teología y a nuestros estudiantes, pero los estudiantes se encerraron dentro y los trabajadores no tuvieron acceso. Entre tanto intervino la policía. El 15 de mayo, Petru Groza llegó aquí y en aquella ocasión tuvo lugar esta manifestación. Algunos estaban a favor del rey, otros a favor del partido comunista o algo así.
En relación con el momento que precedió la disolución, Nicolae Lupea recordaba muy claramente la visita que el primer mnistro comunista Petru Groza había efectuado a Blaj, en 1946, para asistir a una misa religiosa:
“Porque llovía a cántaros, después de la salir de la catedral, Petru Groza subió al coche que le esperaba no sin invitar también a nuestro obispo y al obispo metropolitano ortodoxo de Sibiu, Nicolae Balan. Al subir al coche éste último se deslizó y casi se cayó. Entonces nuestro obispo le tendió la mano para ayudarle y dijo: «Mire Ud. señor primer ministro le cogí de la mano y nunca volveremos a separarnos. ¡Qué se rompan los sellos con Roma para que los hermanos estén de nuevo unidos!». Al oír esto nuestro obispo contestó: «Su Reverencia, yo sólo le he tendido la mano para ayudarle a levantarse» para que luego se fueran juntos al Campo de la Libertad donde Balan llamaría a los grecocatólicos a romper las relaciones con Roma paran volver a la cuna de la iglesia ancestral, es decir a la ortodoxia. Entonces, el obispo Suciu quiso hacer uso de la palabra pero fue impedido.
Siguieron años de persecuciones difíciles de imaginar contra los clérigos y los creyentes grecocatólicos. Nicolae Luopea considera que también la Iglesia ortodoxa contribuyó a la gran injusticia cometida en contra de la Iglesia greco-católica por el régimen comunista:
“La Securitate empezó a detener a los curas y a investigarles. Se les pedía que pasaran al rito ortodoxo y algunos de los curas se dejaron convencer. Pero hubo también curas que se resistieron. A los que se negaban les amenazaban con eliminar a sus hijos de todas la escuelas y las universidades. En realidad fue el Gobierno junto con altos representantes de la Iglesia ortodoxa que prohibieron la Iglesia greco-católica. La visita de Balan a Blaj que coincidió con la de Petru Groza tenía un objetivo bien determinado. Se sabe que este metropolitano, Balan, cuando fue instalado en Sibiu pronunció un discurso y dijo que no lograría la tranquilidad hasta no destruir la Iglesia greco-católica.
Una de las grandes injusticias en la historia de Rumanía iba a ser reparada el 31 de diciembre de 1989 cuando la Iglesia greco-católica renació.