El arte en Rumanía entre los años 1940 y 1950
En un régimen fuertemente represivo como el totalitarismo, es decir, fascismo y comunismo, las artes y los artistas se comportan asimismo como exige la ideología y las formas de reconocimiento social.
Steliu Lambru, 23.05.2022, 10:24
En un régimen fuertemente represivo como el totalitarismo, es decir, fascismo y comunismo, las artes y los artistas se comportan asimismo como exige la ideología y las formas de reconocimiento social. En tal régimen, la independencia creativa queda prácticamente aniquilada y las artes y los artistas pasan a formar parte de la propaganda. Por este motivo, conocer el tipo de régimen político en el que se ha creado una obra de arte ayuda al espectador a comprender mejor esa obra. Ya se trate de una pintura, una escultura, una obra de teatro, una película, un monumento o un objeto arquitectónico, las circunstancias políticas y sociales del totalitarismo dejan su huella en el autor.
En 1938, Rumanía comenzaba a deslizarse por el tobogán del totalitarismo. Ese año se instauraba el régimen de autoridad personal del rey Carlos II, precursor del fascismo. Los partidos políticos y la prensa partidista fueron abolidos, y en su lugar apareció un partido único y una prensa servil. Las cosas continuaron del mismo modo desde 1940 hasta 1944, con el mariscal Antonescu al mando de Rumanía. Pero tras 1944-1945, a finales de la Segunda Guerra Mundial, el régimen comunista llevó las prácticas criminales y las violaciones de los derechos humanos de los regímenes anteriores a los niveles más altos.
Como era de esperar, los artistas sometieron sus creaciones a los rigores de la época. Durante los años del régimen fascista, el culto a la nación era la ideología que dominaba la creación artística. Después de 1945, durante los años de régimen comunista, la ideología de la proletkult marcó las tendencias artísticas. El crítico de arte e historiador Radu Bogdan nació en 1920 y murió en 2011, a los 91 años, y vivió de pleno el período totalitario de la historia de Rumanía. Mostró simpatías comunistas desde su juventud y participó activamente en la prensa procomunista. Pero Bogdan no era un simple comisario comunista, sino que tenía formación especializada y fama de buen profesional. Fue entrevistado en 1995 por el Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana y una de las preguntas trataba sobre la condición del artista durante el periodo comunista. Bogdan se puso como ejemplo a él mismo y a sus compañeros del Instituto de Historia del Arte.
«Si dijéramos que la época comunista fue una época de un régimen enfermizo, ¿estaríamos diciendo la verdad? Sucedían todo tipo de cosas enfermizas. Aunque no podamos decir que el instituto estuviera formado por personas incapaces, en gran medida sí que estaba formado por gente trastocada. Cada uno de nosotros lo estaba, estábamos un poco para allá. Podríamos decir que ninguno de nosotros, incluido yo mismo, era un personaje totalmente equilibrado, cada uno tenía lo suyo.»
Junto con George Oprescu, profesor de historia del arte, Bogdan realizó los nombramientos para la comisión encargada de hacer el inventario de los bienes reales después de que el rey Miguel I fuera obligado por los comunistas a abdicar el 30 de diciembre de 1947 y a abandonar Rumanía:
«Yo recomendé a Edgar Papu. Era asistente en la cátedra de Tudor Vianu cuando yo era estudiante, lo conocía de la facultad, y lo invité a formar parte de esta comisión. Yo era responsable ante el partido de esa comisión. En el comité estaba Zambaccian, que era miembro del partido. Estaba el marchante de arte Levi, que no era miembro del partido y además tenía pasaporte turco, era un contacto de Oprescu. También estaba Nestor, que había sido legionario, pero que era un arqueólogo y científico muy distinguido. En los asuntos de escultura, participó esporádicamente Ion Jalea. Como personal auxiliar estaba la esposa de Mac Constantinescu, en la secretaría de la comisión. También estaba el historiador Emil Condurachi en la sección de medallas y antigüedades. Yo me ocupaba de la parte de bibliofilia, de los libros y los documentos.»
El régimen aplicó las tesis de la ideología marxista-leninista para transformar tanto el gusto artístico como el arte público de acuerdo con el modelo soviético. En este sentido, se modificó el Ateneo Rumano:
«Hubo, en un momento dado, una orden procedente de los altos círculos del partido de que el fresco del Ateneo, pintado por Costin Petrescu, se cubriera con algunas pinturas de héroes revolucionarios o príncipes positivos como Alexandru Ioan Cuza. Y se realizaron encargos a los que se consideraba que eran nuestros mejores pintores: Iosif Iser, Camil Ressu y Ștefan Constantinescu. Este proyecto se abandonó rápidamente porque salió un churro. Eran lienzos altos, de 3 por 1,5 metros. Ese fresco original tenía 3 metros de altura, pero tenía una unidad. No tenía un valor artístico excepcional, pero aun así tenía una unidad, era una ilustración que tenía continuidad. Lo que estaban haciendo no tenía ningún tipo de unidad. Uno de los retratos se pintaba en un estilo, otros en otro. Otros eran puramente decorativos, sin ningún valor pictórico, era un batiburrillo de cosas. Finalmente, el proyecto se detuvo.»
Se dice que, entre el creador, la obra de arte y el espectador, se produce una relación de comunión. Por desgracia, esta relación se construyó a partir del sufrimiento, un sufrimiento causado por la falta de libertad. Las artes en la Rumanía totalitaria sufrieron tanto como sufrieron sus ciudadanos.
Versión en español: Víctor Peña Irles