El accidente ferroviario de Ciurea
La última noche de 1916, tuvo lugar, cerca de Iași, el mayor accidente ferroviario de la historia de Rumanía.
România Internațional, 11.01.2021, 17:48
Rumanía había entrado en la Primera Guerra Mundial en agosto de 1916, junto a los aliados: Francia, el Imperio británico y el Imperio ruso. Tras casi cuatro meses de batallas violentas, el 6 de diciembre de 1916, el ejército alemán ocupó Bucarest. Las autoridades rumanas se retiraban a Moldavia, aunque esta retirada fue caótica en gran medida. En medio de aquel caos, la última noche de 1916, tuvo lugar, cerca de Iași, el mayor accidente ferroviario de la historia de Rumanía. Cerca de mil personas perdieron la vida cuando un tren sobredimensionado y con una carga excesiva descarriló en Ciurea.
Dorin Stănescu es historiador especialista en ferrocarriles y ha documentado este gran accidente. Según cuenta, en una red de 1330 kilómetros de ferrocarril de Moldavia se retiraron mil locomotoras y alrededor de 25 000 vagones, toda la flota ferroviaria de Rumanía. De este modo, se llegó a una situación de bloqueo en las líneas y la circulación se vio muy obstaculizada. Dorin Stănescu ha situado el inicio de su relato del accidente el 30 de diciembre:
«En el contexto en el que el ejército rumano se retiró a Moldavia, un tren partió de Galați el 30 de diciembre de 1916, ciudad que estaba siendo bombardeada por el ejército alemán y bajo ocupación inminente. Este tren salió sobrecargado con destino a Iași, con un retraso de unas horas. El tren tenía una ocupación excesiva, ya que una gran cantidad de civiles querían irse a Iași. Junto a ellos se encontraban soldados que estaban de permiso y que, obviamente, debían llegar a sus unidades militares, además de varios soldados rusos. Cabe decir que entre los pasajeros más famosos de ese tren se encontraban Emil Costinescu, exministro de Hacienda, Yvonne Blondel, hija del exembajador de Francia en Bucarest, y el geógrafo George Vâlsan.»
Se dice que todo lo que mal empieza mal acaba. Lo cuenta Dorin Stanescu:
«El tren empezó a tener una ocupación excesiva porque durante el recorrido se fueron añadiendo vagones que la gente básicamente iba asaltando. Muchos pasajeros decidieron abordar el tren a toda costa, incluso subiéndose a los techos de los vagones. En consecuencia, de una estación a otra el tren iba haciéndose más largo y se iban sumando cada vez más pasajeros. He hecho un cálculo, tomando como referencia los vagones que circulaban en ese momento y la superficie que tenían, para ver cuántos pasajeros cabían en los compartimentos, los pasillos, en los enganches de los vagones y en el techo. Tras corroborarlo con los testimonios sobre el número de vagones, resulta que en aquel tren viajaban no menos de 5000 individuos, cuando normalmente podían viajar un máximo de mil. La gente estaba desesperada por huir de Galați y los soldados, por llegar a las unidades.»
El 31 de diciembre de 1916, el tren Galați-Iași estaba llegando a su destino. Aunque su destino era trágico. Prosigue Dorin Stanescu:
«El 31 de diciembre, el tren llegó a Bârlad y se detuvo toda la noche del 30 al 31 de diciembre. Al día siguiente, quedaban otros 120 kilómetros para llegar a Iași. El tren llegó sobre las doce de la noche a Ciurea, localidad y estación de ferrocarril situada a pocos kilómetros de la ciudad, que tiene la particularidad de situarse en un valle. Era un invierno duro y había nevado en abundancia. En el momento en que el tren empezó a descender por la pendiente, los mecánicos intentaron frenar. Lamentablemente, la excesiva saturación del tren no permitió a las personas autorizadas actuar del modo que requerían aquellos vagones, accionando individualmente el freno de mano de cada vagón, con el fin de frenar el descenso. El tren descendió la pendiente a una velocidad muy alta y descarriló.»
En la estación de tren de Ciurea, todas las líneas estaban llenas de vagones de pasajeros y vagones cisterna que almacenaban petróleo. Cuando el tren se salió de las vías, chocó con otros vagones y se produjo una explosión enorme. En torno a la estación de Ciurea había un depósito de munición que también se vio afectado. Los testigos dicen que las explosiones fueron como un pequeño terremoto. Mucha gente salió disparada a la nieve, pero mucha otra murió aplastada entre los hierros de los vagones o debido a las explosiones. Las estimaciones del momento cuentan hasta mil muertos.
Las secuelas del terrible accidente eran predecibles, de modo que los sobrevivientes y los descendientes de las víctimas exigieron justicia. Así lo cuenta Dorin Stanescu:
«Muchas de las víctimas o descendientes intentaron demandar a la empresa de ferrocarriles y al Ejército rumano para recibir indemnizaciones. Evidentemente, el procedimiento se prolongó y se llegó a la conclusión de que, desde el punto de vista jurídico, el territorio se encontraba bajo la jurisdicción del Ejército y los daños debían considerarse como daños de guerra. Muchas veces, en esta sociedad de seres humanos, los muertos tienen la culpa. La comisión de investigación consideró oportuno decir que, por culpa de los pasajeros que habían bloqueado las maniobras de los empleados del tren, este no se pudo detener. Existe una similitud con otro accidente que tuvo lugar en el mismo contexto, pero en Francia. El 12 de diciembre de 1917, en Saboya, un tren de soldados franceses de permiso, situado en una zona montañosa, descarriló. En este caso, las conclusiones de la investigación posterior fueron casi las mismas. Nadie pagó por aquella tragedia. Aquel tren también tenía una ocupación excesiva y murieron 400 personas. Se quiso dejar de buscar cabezas de turco y consideraron que la guerra fue la culpable.»
El accidente de Ciurea de la víspera de Año Nuevo de 1917 fue un evento fuera de lo común para aquellos tiempos. Aunque la propia guerra ya es algo fuera de lo común.
Versión en español: Víctor Peña Irles