Comunistas rumanos en la Resistencia Francesa
La generación de los luchadores antifascistas estuvo marcada por los ideales, a primera vista nobles, del socialismo y del comunismo, que realmente estaban respaldados por gente de buena fe, horripilada por la ideología racista.
Steliu Lambru, 16.06.2014, 16:14
La generación de los luchadores antifascistas estuvo marcada por los ideales, a primera vista nobles, del socialismo y del comunismo, que realmente estaban respaldados por gente de buena fe, horripilada por la ideología racista. La agresión del fascismo contra Europa representó una razón suficientemente fuerte para que los jóvenes militantes de izquierda se movilizaran en la lucha voluntaria contra el máximo peligro imaginado por la historia. Según la doctrina marxista leninista internacional, el fascismo no era más que la encarnación del más maléfico espíritu del capitalismo, es decir, el nacionalismo, y la ocupación de Francia fue la señal más clara para los comunistas rumanos de que había llegado la hora de actuar.
El historiador Vladimir Tismăneanu, profesor en la Universidad Maryland, procede de una familia con una fuerte tradición marxista. Sus padres lucharon en la guerra civil de España y la hermana de su madre, muy activa en la Resistencia francesa, fue condecorada con la medalla más alta. Vladimir Tismăneanu recuerda un episodio del año 1936, cuando su madre era voluntaria en las Brigadas internacionales, año en que empezó la historia de la resistencia antifascista rumana durante la Segunda Guerra Mundial.
“Mi madre salió para España atravesando Francia, dado que la política de no intervención prohibía el transporte directo hacia las Brigadas internacionales de España. El viaje se hacía por Italia, como lo hizo mi padre, o por Francia, en el caso de mi madre, que llegaría a París, donde estaba la Oficina Exterior del Partido Comunista Francés, cuyo responsable era Palmiro Togliatti. Aunque había sido instruida, cometió un gran error y compró el periódico L’Humanité, el órgano de prensa oficial del PCF, para leer algo en el tren que la llevaba a Perpiñán. Oficialmente iba en calidad de estudiante de historia del arte, pero aquella publicación comunista la podía traicionar en cualquier momento. Afortunadamente, el diputado comunista de la región viajaba con ella en el mismo compartimento y le llamó la atención acerca del peligro que corría”.
El problema del internacionalismo fue decisivo para la mayoría de los rumanos que lucharon en la resistencia francesa:
“Cabe mencionar aquí la definición que Stalin dio del internacionalismo proletario. El marxismo es por definición una doctrina internacionalista. El nacionalismo y el marxismo no son complementarios. Si uno es de veras nacionalista, no puede ser marxista al mismo tiempo. El hecho de que hubo todo tipo de alianzas es otra cosa. El propio Stalin da la definición del internacionalismo proletario. La piedra de toque del internacionalismo proletario, decía él en 1927, que seguiría siendo válida hasta el conflicto sino-soviético, la representa la actitud frente a la Unión Soviética. No era un internacionalista auténtico el que ponía en tela de juicio lo justo de la línea del partido bolchevique de la Unión Soviética.”
Olga Bancic, Cristina Luca, Mihail Florescu, Gheorghe Gaston Marin y Alexandru Jar fueron algunos de las representantes más activos del exilio comunista rumano en Francia. También otras personalidades culturales y científicas antifascistas se adhirieron a esta gestión, como en el caso del aviador Traian Vuia. Le preguntamos a Vladimir Tismăneanu acerca de las relaciones de Traian Vuia con la resistencia francesa y con los comunistas rumanos de Francia.
“Mantuvo estrechas relaciones con ellos, me lo dijo mi tía, que había coincidido con Vuia más de una vez. Traian Vuia mantenía estrechas relaciones también con Elena Văcărescu, Ilarie Voronca, Elvira Popescu, grandes intelectuales rumanos que vivían en Francia. Entre ellos, también con Lisette Codreanu, la amiga del escultor Brâncuși, ambos simpatizantes de la izquierda. Había un desacuerdo aquí: en Rumanía, la mayoría de los intelectuales no simpatizaban con la izquierda, pero cuando llegaban a París se volvían todos comunistas o socialistas. Que yo sepa, Vuia no fue comunista, pero les ayudaba con dinero y hasta puso a disposición de la Resistencia francesa una casa de verano que tenía en el campo. Era un tipo de relación que en la zona norteña de Francia podía conllevar complicaciones. En 1946, cuando incluso Thorez ocupaba el cargo de ministro, De Gaulle sacó a los comunistas del gobierno y empezó la Guerra Fría. Entre 1948 y 1949 fueron expulsados muchos comunistas rumanos de Francia y fue entonces cuando regresó al país otro gran intelectual rumano, Mihai Sora. Algunos de ellos no habían recibido la nacionalidad francesa.
Con la derrota del fascismo, todos aquellos que habían soñado con un mundo mejor respiraron aliviados. Tenían la impresión de que el socialismo iba a conllevar la salvación de toda la humanidad y que los sufrimientos acabarían, pero el curso de la historia fue uno distinto.