70 años desde la falsificación de las elecciones de 1946
El 19 de noviembre de 1946 se registró el mayor fraude electoral de la historia de Rumanía, un fraude que iba a influenciar de manera decisiva la historia política de Rumanía en la segunda mitad del siglo XX.
România Internațional, 21.11.2016, 20:07
Después del 6 de marzo de 1945, cuando se había instalado el gobierno prosoviético liderado por Petru Groza, el ambiente político de Rumanía se había deteriorado de manera considerable: prisioneros tomados por los soviéticos contra las normas del armisticio firmado en septembrie de 1944, la crisis generada por la recuperación tras la guerra, la persecución de los políticos, de los partidos y de la prensa de la oposición, los actos violentos de las instituciones del Estado contaminadas por los comunistas y los grupos armados por el partido comunista representaban la estrategia para acaparar el poder.
Las elecciones del 19 de noviembre de 1946 se falsificaron de manera grosera, siendo ya un ejemplo en el estudio del abuso mediante el cual los sistemas políticos totalitarios ejercieron su autoridad. Los resultados reales del escrutinio no se conocen, pero el método a través del cual los comunistas robaron el resultado de las elecciones fue la sustitución de las urnas. Según todas las probabilidades, el Partido Nacional Campesino y el Partido Nacional Liberal, los partidos democráticos y tradicionales de los rumanos, recibieron más del 78% de los votos mientras que el Bloque de los Partidos Demócratas, la alianza liderada por los comunistas, aproximadamente el 22%. Al cambiar los resultados, el gobierno prosoviético proclamó su victoria e implícitamente, se arrogó una legitimidad que nunca tuvo en la instauración de su propio régimen. La frase de Stalin, “No importa quién vota, sino quién cuenta los votos, había sido decisiva. Todo lo que siguió fue el efecto de las elecciones parlamentarias del 19 de noviembre de 1946 de las que se han cumplido 70 años.
El archivo del Centro de Historia Oral de la Radiodifusión Rumana ha registrado los testimonios de las personas que vieron con sus propios ojos o han escuchado hablar del gran robo. Nicolae Magherescu, jefe del gabinete del ministro liberal Mihail Romniceanu en el gobierno de Rădescu entre diciembre de 1944 y marzo de 1945, es uno de aquellos que recordaron el ambiente de las elecciones:
“El 19 de noviembre, durante un mes, estuve en el distrito de Galaţi. No les puedo describir los acontecimientos que vi, las peleas, todo se hacía con fuerza, con violencia. Venían los llamados comunistas de Galaţi, en coches, por todas las aldeas, y amenazaban a las personas con que si votaban al Partido Nacional Liberal, les sacarían de sus casas y confiscarían todos sus bienes. Fue algo inimaginable. Recuerdo que estaba en una aldea donde un compañero nuestro llamado Dimofte se atrevió a contestar a unas personas que nos pararon. Y dieron palmadas a ese Dimofte porque se sabía que su familia era liberal. En estas condiciones, me di cuenta de que no podría haber una lucha correcta contra la gente de este tipo.
Dumitru Pop, alcalde de Maramureş, y Ştefan Balea, miembro del Partido Nacional Campesino, filial local, fueron testigos de la organización y el desarrollo de las elecciones en su región.
“La organización de las elecciones fue una burla. En vez de crear centros de votación en nuestra aldea o en la aldea vecina, nos enviaron a la tercera aldea, en una pequeña aldea casi desierta. Hacía mal tiempo y llegamos a pie.
“La pobre gente iba a pie y los zapatos no resistían el camino, se rompían las correas y los hilos. A pesar de ello, la gente fue al centro de votación.
“Los campesinos rumanos no querían saber nada de los comunistas, todo el mundo les despreciaba y les miraba con asco. Su base política era la mentira, su política era mentirosa y ninguna persona con la mente intacta y con sentido común podía participar en algo así. Al centro de votación se desplazaron los soldados, parecíamos una aldea asediada, y ellos intentaron impedirnos que pasaramos por un puentecillo que llevaba a aquel centro. Pero los campesinos arremetieron contra ellos y llegaron al centro. Y empezó la votación. Fui asistente en la Comisión de validación. Cambiaron los signos electorales, el signo del Partido Nacional Campesino era la rueda y lo había sustituido con el ojo. Y los ancianos no sabían dónde votar y preguntaban: ¿dónde está el ojo? Y nosotros les enseñábamos. El representante comunista veía todo esto y tomaba las papeletas para meterlas en las urnas. Y cuando llevaba el voto de un anciano, introducía el dedo en él para agujerearlo y anularlo.
Eva Hirsch fue comunista en el periodo de entreguerras y describió con realismo, en 1996, el ambiente violento que causó el robo de los resultados electorales:
“En el periodo de las elecciones, Ana Pauker pidió que diéramos adhesiones en las obras y en las fábricas. Decía que firmando una adhesión, aquel iba a ser nuestro voto. Pero el voto se falsificó. Nosotros decidimos los centros de votación y las personas que formaron parte de las comisiones, cada partido tenía un representante. Pero todos eran gente nuestra. Cerca de las elecciones, Maniu dio una conferencia en el Ateneo y nos enviaron allí para estropear la conferencia, para no dejarlo hablar. Fuimos a pelear con los partidarios del Partido Nacional Campesino. No tenía miedo, estaba muy convencida de que lo que creía era justo. En las elecciones nos enviaron a votar varias veces, en varios sitios y si nuestra gente estaba en unas posiciones clave, ganamos. Y hubo muchos como yo, muchísimos.
Para alguien del siglo XXI el robo tan grosero de unas opciones políticas sólo puede causar un legítimo sentimiento de rebeldía, mezclada con sorpresa y compasión. Las elecciones parlamentarias falsificadas del 19 de noviembre de 1946 mostraron, aunque ya no fuera necesario tras la experiencia de la Unión Soviética, que el régimen comunista significaba todo lo que más detestaba el individuo.