50 años desde la firma del Acta de Helsinki
Después de 1945, Europa quedó profundamente dividida, y las esperanzas de los europeos de que al final de la Segunda Guerra Mundial se volvería a la normalidad, tras deshacerse del fascismo, se hicieron añicos.
Steliu Lambru, 27.01.2025, 15:19
Después de 1945, Europa quedó profundamente dividida, y las esperanzas de los europeos de que al final de la Segunda Guerra Mundial se volvería a la normalidad, tras deshacerse del fascismo, se hicieron añicos. El Telón de Acero que dividía Europa en Occidente, próspero y democrático, y Oriente, empobrecido y tiranizado por el comunismo, pasaba por el centro de Alemania y su capital, Berlín.
Durante unas dos décadas, hasta finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, las dos Europas se habían odiado y las tensiones habían alcanzado un paroxismo, especialmente durante la crisis de los misiles de 1962. Pero si en Europa Occidental se puede ver la voluntad de esas naciones de formar parte de un sistema democrático, en Europa Oriental se pisoteó la voluntad de las naciones ocupadas por los soviéticos y empujadas con odio contra otros europeos. Las rebeliones anticomunistas en Polonia y Alemania Oriental en 1953, Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968, todas brutalmente reprimidas por los soviéticos, demostraron que los europeos orientales no querían ser enemigos de los europeos occidentales.
Sin embargo, con el paso del tiempo y el cambio generacional, las actitudes también se modificarían. Los europeos, occidentales y orientales, tuvieron que encontrar la manera de vivir en paz e idearon nuevos conceptos como la distensión en las relaciones del viejo continente. Las nuevas mentalidades se materializaron en la creación de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), un foro de debate sobre temas espinosos entre europeos. La capital de Finlandia, como país neutral, fue elegida para la primera reunión del foro en julio de 1973. Siguió otra reunión en Ginebra, en septiembre de 1973, y dos años más tarde, en agosto de 1975, se firmó en Helsinki el Acta Final, firmada en nombre de Rumanía por Nicolae Ceaușescu. Aunque tenía sobre todo relevancia europea, al final, 57 países, incluidos también algunos de América del Norte y Asia, firmaron el Acta.
El diplomático y profesor Cristian Diaconescu, ex ministro de Relaciones Exteriores, describe los cambios en las relaciones europeas:
«Desde los años 70, sin embargo, los dos bloques se esforzaron por calmar la situación y tratar de distenderla. Las negociaciones preliminares comenzaron en 1972 y gradualmente se acordó que esta conferencia en Helsinki del 1 de agosto de 1975 adoptaría un Acta Final que comprendía cuatro áreas, firmada por todos los estados europeos en ese momento, por Canadá y Estados Unidos, excepto Albania que no quería participar».
Los 10 artículos del Acta también se conocen como el Decálogo de la Conferencia y se enuncian de la siguiente manera: igualdad de soberanías y respeto a los derechos que se derivan de ella; abstención de la amenaza de la fuerza o del uso de la fuerza; inviolabilidad de las fronteras; integridad territorial de los Estados; solución pacífica de controversias; no injerencia en los asuntos internos; respeto de los derechos humanos y los derechos fundamentales, incluida la libertad de pensamiento, conciencia, religión y creencias; igualdad de derechos y libre determinación para los pueblos; cooperación entre los Estados; confianza en el derecho internacional también. Cristian Diaconescu resume los principios de los que deriva el Decálogo.
«El Acta Final de Helsinki abarcó cuatro ámbitos. La primera esfera es la esfera político-militar, que abarca obviamente la esfera política y militar, la integridad territorial, la definición de las fronteras, la solución pacífica de las controversias y la implementación de medidas para aumentar la confianza y la seguridad. El segundo ámbito se refiere a la dimensión económica. La tercera esfera, a la dimensión humanitaria y aquí, adecuada a los problemas actuales, hablamos de la libertad de migración, de la reunificación de las familias divididas por fronteras interiores, de los intercambios culturales y de la libertad de prensa. Y finalmente, el último capítulo fue en cuanto a la consagración de una periodicidad de mecanismos, debates y el estudio de la implementación. También ha habido reuniones de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, como las que se celebraron antes de 1990, en 1977 y 1978 en Belgrado, en 1980 y 1983 en Madrid y en 1986 y 1989 en Viena. Y llegamos a 1990, durante dos años, cuando la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) se convirtió en un marco multilateral institucionalizado en estos cuatro niveles. La OSCE, la CSCE en ese momento, era la única organización multilateral que debatía estos temas».
Después de 1990, cuando una serie de revoluciones cívicas en 1989 barrió las tiranías comunistas en la mitad oriental de Europa, los nuevos cambios también tocaron el legado del Acta Final de Helsinki. Siguió siendo válido y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) apareció en lugar de la CSCE a través de un nuevo documento. Cristian Diaconescu nos habla:
«Se aprobó el Documento de Viena. Este documento se refería exactamente a las medidas para fomentar la confianza y la seguridad. ¿Qué contenía este documento? La disposición a notificarse mutuamente en relación con las actividades militares, en relación con diversas acciones con connotaciones político-militares que pudieran generar una amenaza. Y luego, para no interpretar tal desarrollo de una forma u otra a través de las fronteras, era necesaria la alerta temprana».
Desde la década de 1970, los europeos han sabido dar una nueva arquitectura de seguridad a su continente. Los desafíos de los años siguientes no faltaron, y los casos de la disolución de la desaparecida Yugoslavia, el más trágico de ellos, y el de la antigua Checoslovaquia pusieron a prueba la viabilidad de los principios y conceptos de seguridad y cooperación comunes.
El legado del Acta Final de Helsinki ha reforzado la convicción de que la guerra no es una solución, pero hoy los europeos deben estar preparados para cualquier cosa.
Versión en español: Mihaela Stoian