100 años desde la entrada de Rumanía en la Primera Guerra Mundial
El 27 de agosto del año 1916, Rumanía entraba en la Primera Guerra Mundial de parte de la Entente, tras dos años de neutralidad.
România Internațional, 20.09.2016, 11:04
La entrada se hizo bajo la presión de Francia, el principal y tradicional aliado de Rumanía, y fue determinada por la situación del frente, de la batalla de Verdun, y la ofensiva del ejército ruso. Bajo el lema “Ahora o Nunca” Rumanía aceptó participar en la guerra tras obtener la promesa de que cuando se firmara la paz, los territorios habitados por los rumanos de Austria-Hungría se unieran al Reino de Rumanía. La demora de la entrada de Rumanía en la guerra tuvo una doble explicación. La primera la representó el deseo del rey Carlos I de que Rumanía luchara al lado de Alemania, deseo que iba a ser rechazado por la clase política, y la segunda fue la desconfianza del ejército rumano en la alianza con Rusia tras la infeliz experiencia de la guerra de los años 1877-1878. Durante dos años de conflicto, Rumanía perdió 535.700 militares, es decir un 71% del efectivo del ejército con el cual había entrado en la guerra, ocupando el cuarto lugar en la negra clasificación después de Austria-Hungría que había perdido un 90% de sus efectivos, Rusia, cuyas pérdidas rondaban un 76%, y Francia con un 73%. A estas pérdidas se añadía la muerte de 300.000 civiles de los cuales 250 eran médicos y 1000 sanitarios a causa del tifus. En cambio, al final de la guerra Rumanía iba a recibir territorios, y al precio de aquellos inmensos sacrificios humanos, se formaría la Rumanía Grande.
La historia de la Primera Guerra Mundial sufrió cambios que influirían en la percepción pública de aquellos años. Después de la guerra, las víctimas, sus herederos, los que sufrieron algún tipo de discapacidad y los sobrevivientes se beneficiaron de la principal atención. El impacto de la pérdida de vidas humanas seguía marcando la recuperación spicológica y material del tejido social. Con el paso del tiempo la historia se volvería militante y las ideologías políticas hicieron que la dimensión humana fuera quedando poco a poco en la sombra en detrimento del patriotismo y del interés nacional. Las tragedias de la primera guerra mundial dejaban de ser percibidas como tragedias de la humanidad y empezaban a ser consideradas sacrificios en beneficio de la patria. Fue también el caso de Rumanía que atravesó las etapas de la historia militante culminando con el régimen comunista que deformó el significado de los acontecimientos ocurridos hace 100 años.
El historiador Razvan Paraianu de la Universidad “Petru Maior” de Targu Mures, considera que la entrada de Rumanía en la “Gran Guerra” tiene que ser apreciada como una devolución de los sentidos y las experiencias originales de las gentes de aquellos tiempos.
“No podemos mirar el pasado con inocencia. Los sentidos, los significados, la semántica de las palabras más corrientes difieren. Hay quien dirá que esto es relativismo pero no lo es, es la comprensión del hecho de que nosotros percibimos la idea de nación y de pueblo de manera distinta a la de nuestros antepasados. El sociólogo francés Bernard Paqueteau, que vino a Rumanía en los años 1990, escribió un artículo sobre “el congelador de las falsas ideas”. Era el período en que Robert Kaplan había escrito sobre los fantasmas de los Balcanes. El artículo de Paqueteau era una reacción a la opinión de que el régimen comunista había introducido a los fantasmas del pasado en un congelador y después del año 1989 alguien hubiese desenchufacho el frigorífico y los fantasmas habrían vuelto a encarnarse y aparecerse. Paqueteau declaraba rotundamente que no se trataba de los mismos fantasmas y que no hubo congelador alguno sino que el régimen comunista alteró radicalmente no sólo el sentido de las palabras, sino también deformó la propia sociedad, la que comprende los significados.”
Dicen que las palabras atraen la realidad, y que por su sentido muy fuerte son decisivas en la formación de las opiniones. Razvan Paraianu piensa que el historiador debe formular interpretaciones creíbles de la Primera Guerra Mundial sin dejarse influir por ideologías:
“No podemos mirar la Primera Guerra Mundial con inocencia. Entre 1916 y 2016 hay un inmenso precipicio que altera los sentidos de las palabras y los hechos. La historia conceptual de Reinhard Koselleck destaca que la semántica está relacionada a los cambios que se producen en la sociedad y con los cambios instaurados por la vida política. No se trata de un cambio inmediato porque los sentidos tienen cierto atraso y hay que prestar atención a las modificaciones. El historiador holandés, Frank Ankersmit, ha declarado que el lenguaje narrativo no es un lenguaje objeto. Ankersmit quiere decir que el arqueólogo descubre objetos antiguos, los desentierra, pero un objeto queda como un objeto. Nosotros no trabajamos sólo con objetos, trabajamos con significados, con el papel que estos objetos desempeñaron en sus tiempos. Es como si un arqueólogo que excava y encuentra una botella se imagina que de aquel vaso alguien ha tomado vino. Pero la botella podría también servir de lámpara o de coctel molotov. Qué penoso sería que una lámpara pasara por un coctel molotov solo porque tienen la misma forma, pero los papeles difieren”
Leer la prensa, la correspondencia y los apuntes personales de los años de la Primera Guerra Mundial nos revela un estado de espíritu que había acompañado a cientos de miles de rumanos rumbo a un destino desconocido, distinto a lo que estamos acostumbrados. Para muchos de ellos este camino no tuvo vuelta atrás. Al final de la guerra, la Rumanía Grande fue la recompensa de su sacrificio.