El día que cambió el mundo
Han pasado 17 años desde los atentados terroristas del 11 de septiembre que tuvieron lugar en Estados Unidos y en los que murieron casi 3.000 personas, entre los que había también rumanos.
Bogdan Matei, 11.09.2018, 15:00
Después de 17 años, Estados Unidos y la comunidad internacional continúan llorando a sus muertos del 11 de septiembre de 2001, el día más oscuro en la historia de los ataques terroristas contra la civilización. Tres mil personas fueron asesinadas por los comandos de kamikazes de Al Qaeda que desviaron cuatro aviones para usarlos como proyectiles contra edificios emblemáticos para la potencia económica y militar de Estados Unidos, las torres gemelas de World Trade Center y el Pentágono. Uno de los aviones cuyo objetivo habría sido alcanzar la misma Casa Blanca cayó en un bosque, después de que los pasajeros prefirieran morir enfrentándose a los terroristas suicidas.
El número de víctimas continuó aumentando en los años siguientes, y en 2017 se construyó un monumento conmemorativo con planchas de granito en las que están grabados los nombres de las víctimas. En otra plancha están grabados los nombres de los centenares de policías, bomberos, constructores y voluntarios que murieron posteriormente a causa de la ceniza y el humo tóxico que respiraron. Como un detalle elocuente, en la plancha hay un lugar vacío en el que se pueden grabar los nombres de otras personas que podrían morir por las mismas causas. Aproximadamente 75.000 personas tienen todavía trastornos mentales y físicos causados por aquellos traumas.
La gran mayoría eran civiles procedentes de 90 países. Entre ellos había también cinco ciudadanos estadounidenses de origen rumano: Eugen Gabriel Lazăr, Corina y Alexandru Liviu Stan, Joshua Poptean y Ana Fosteris, así como el célebre arquitecto Arkady Zaltsma, originario de la República de Moldavia (donde la mayoría de la población habla el rumano), autor de los planes del Palacio del Parlamento de Chisináu.
Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, la Alianza del Atlántico Norte activó por primera vez el artículo 5 de la Carta de la OTAN, cuyo principio es “todos para uno y uno para todos.
Como todo el mundo civilizado, Bucarest condenó entonces categóricamente los atentados que tuvieron lugar en Estados Unidos y se unió desde el primer momento a la coalición antiterrorista. Al tener ya entonces una colaboración estratégica con los estadounidenses, pero estando aún a la espera de ingresar en la OTAN, Rumanía no vaciló en enviar militares a Afganistán, donde la red de Al Qaeda estaba bajo la protección de los talibanes. Según los datos publicados por el Ministerio de Defensa Nacional, 26 militares rumanos murieron durante las misiones de combate o patrulla. Aproximadamente otros 100 militares fueron heridos en el teatro de operaciones afgano. Después de 17 años, aproximadamente 625 rumanos están todavía allí, junto con sus compañeros estadounidenses. Desplegadas en el sur, cerca de Kandahar, las tropas rumanas conceden asesoría a las fuerzas armadas y de seguridad afganas y ayuda humanitaria a la población civil afgana y realizan diariamente misiones de investigación que no pocas veces tienen como resultado la captura de algunos insurgentes talibanes.