El PSD contra el PSD
En una situación sin precedentes durante los 27 años de democracia poscomunista, la coalición mayoritaria en el Parlamento de Bucarest, formada por el PSD y la ALDE, ha presentado este domingo una moción de censura contra su propio Ejecutivo.
Bogdan Matei, 19.06.2017, 14:44
Los 222 firmantes de la moción de censura han acusado al primer ministro Sorin Grindeanu de empeñarse en ocupar la silla. A pesar de que, según han afirmado, haya perdido su legitimidad después de que la coalición, descontenta con los atrasos registrados en la puesta en marcha del programa de gobierno, haya retirado el apoyo político, casi todos los ministros hayan presentado su dimisión y la dirección del PSD haya anunciado expulsarlo del partido. La moción será debatida y votada este miércoles, y para adoptarla son necesarios los votos de al menos 233 senadores y diputados, es decir la mitad más uno del total. La aritmética fluctuante de los dos grupos aumenta la tensión y promete que el destino del gabinete se debata hasta el último momento. Aunque no niega que desearía la caída del Gobierno, la oposición de derecha (el PNL, la USR y el PMP) ha anunciado que no quiere implicarse en lo que ya se conoce como el escándalo del PSD contra el PSD, y por lo tanto no participará en la votación. La UDMR, sin cargos en el Gobierno, pero firmantes de un protocolo de colaboración parlamentaria con el poder, prefiere no precisar su postura hasta el miércoles.
Así que por un lado el primer ministro, y por el otro los jefes de la coalición, Liviu Dragnea del PSD y Călin Popescu-Tăriceanu de la ALDE, están intentando estos días aumentar sus posibilidades. Preguntados por la prensa, los parlamentarios de la mayoría han prometido votar de manera disciplinada, como les manda el partido. Por cuasiunanimidad, las filiales del PSD de los distritos han anunciado que apoyan a Dragnea. Excepto la de Timiş (oeste), liderada por el mismo Grindeanu, quien estuvo allí el sábado para reunirse con la gente. Además, él mismo ha comenzado a repoblar los despachos del Gobierno, atrayendo como secretario general al ex primer ministro socialdemócrata Victor Ponta. Éste sería, opinan los analistas, sólo el primero de una lista de exlíderes destacados de la izquierda que se unirían al equipo de Grindeanu debido a la antipatía por Dragnea y que podría influir en el resultado de la votación. Mientras tanto, las acusaciones recíprocas están volando del Gobierno al partido y viceversa. Grindeanu ha afirmado que Dragnea quiere todo el poder para él. Dragnea ha afirmado que, su ingrato antiguo émulo, al que instaló en la dirección del Ejecutivo, se somete ahora a otros centros de mando colocados, de manera bastante oscura, en la Presidencia o en la zona de los servicios secretos. Los analistas neutrales opinan en cambio que los líderes del PSD están descontentos con el hecho de que Grindeanu no haya conseguido relajar las leyes anticorrupción, que afectan a algunos, siendo Dragnea el primero de ellos. Ya condenado definitivamente a una pena suspendida de dos años de cárcel, éste es el protagonista de otro expediente en el que los fiscales de la DNA lo han acusado de instigación a cometer abuso de poder. Divertida y consternada, la opinión pública espera que el ajuste de cuentas del PSD acabe lo antes posible. Porque, más allá de los juegos políticos, la inestabilidad gubernamental ha afectado ya a la economía. La moneda nacional rumana, el leu, alcanzó la semana pasada la cotización más baja de los últimos cinco años frente al euro.