Brasov, después de 35 años
Rumanía celebra los 35 años de la rebelión obrera de Brasov, preludio de la Revolución anticomunista de 1989. Una nota de Bogdan Matei
Bogdan Matei, 15.11.2022, 12:28
«El día que no se olvida» es el título del libro que dos historiadores rumanos contemporáneos, Marius Oprea y Stejărel Olaru, han dedicado a la rebelión obrera anticomunista de Brasov (ciudad ubicada en el centro del país) del 15 de noviembre de 1987. Aunque fue duramente reprimida, hizo tambalear la dictadura comunista de Nicolae Ceaușescu y supuso, según los historiadores, el preludio de la Revolución de diciembre de 1989, que arrasó, después de casi medio siglo, el régimen impuesto por el ejército soviético de ocupación al final de la Segunda Guerra Mundial.
Por aquel entonces, en Moscú, el último líder soviético, el reformista Mijaíl Gorbachov, acabó con la tradición del Estado policial heredado de Lenin y Stalin e intentó humanizar el sistema mediante la llamada “glásnost” (transparencia) y la “perestroika” (reestructuración). En la Polonia satélite de la posguerra, al igual que en Rumanía, el sindicato obrero anticomunista, Solidaridad, paralizó, mediante protestas y huelgas multitudinarias, un régimen comunista que seguía pretendiendo gobernar en nombre y por el bien de los trabajadores. No fue casualidad que el estallido de ira de los trabajadores de Brasov se produjera en una de las mayores plantas industriales de la república socialista, en el sombrío clima de finales de los años ochenta, cuando a la precariedad de la vida se unía una vigilancia policial supuestamente impecable y un culto delirante a la figura de Ceaușescu. Marius Boieriu, presidente de la Asociación 15 de noviembre de 1987 de Brasov, recuerda:
«Pedimos pan, que conseguíamos tras presentar la tarjeta de racionamiento y que recogíamos tras hacer largas colas después de acabar el turno de trabajo. Pedimos calefacción para los pisos fríos, donde los hijos de mis compañeros mayores temblaban de frío. Tenía 20 años. Pedí la libertad. Para lograr todo esto, gritamos: «¡Abajo Ceaușescu!».
Con la esperanza de que el pueblo de Brasov se uniera a nosotros, cantamos el himno «Despierta, rumano» en nuestra manifestación ante la sede del partido, y dos años después los rumanos despertaron. Es difícil describir en pocas palabras lo que hemos soportado». Los trabajadores que entraron en la sede local del partido gobernante tiraron por las ventanas retratos de Ceaușescu y banderas rojas del partido comunista único. Posteriormente, unos 300 manifestantes fueron detenidos e interrogados bajo tortura por la Securitate, la policía política del régimen. Sin embargo, las autoridades optaron por tratar las protestas como «casos aislados de vandalismo», y las condenas no superaron los tres años de prisión sin privación de libertad, una pena relativamente moderada en el código penal comunista.
También habrá influido que, unos días después de los disturbios, los estudiantes de Brasov expusieran en el campus una pancarta que decía: «Los trabajadores detenidos no deben morir», señal de que el descontento iba más allá de las puertas de las fábricas de la ciudad y era compartido por la mayoría de los rumanos. Dos años después, la Revolución puso fin al régimen que el propio Estado rumano postcomunista condenaría oficialmente de criminal e ilegítimo.
Traducción al español: Iulia Hau